Columnista
La Primera, 17 de octubre de 2009
Yoani no tiene un Hearst

La referencia del diplomático tenía que ver quizá con la escandalosa historia de verdades a medias y grandes titulares que armó el magnate de la prensa W.R. Hearst desde su famoso diario amarillo “Journal” de Nueva York, a partir de 1895.
Estaba sumergido en una batalla sin cuartel contra su rival Pulitzer y su “World” y ambos buscaban noticias sensacionales peleando lectores y abandonando, en particular el último, los principios elementales de ética que proclamaba respetar.
En Cuba se luchaba por la independencia y el proceso era seguido con atención por los Estados Unidos, interesados en el jugoso botín que significaban las posesiones coloniales hispanas, Filipinas, Puerto Rico y la gema del Caribe, Cuba. Pero hacía falta promover opinión pública en contra de España para eventualmente participar, y fue entonces el sensacionalismo neoyorkino su mejor aliado.
George Bryson, enviado especial del Journal a Cuba en 1897 fue el primero en conocer la historia de Evangelina Cisneros, una joven que en su afán de ayudar a su padre preso por revolucionario había protagonizado varios incidentes hasta que finalmente fue confinada en una “Casa de Recogidas” en La Habana.

Entonces Hearst tuvo una idea sensacional: rescatar a Evangelina y llevarla a los Estados Unidos.
Otro periodista del “Journal”, Karl Decker, organizó la presunta fuga que luego relatarían como una hazaña de suspenso y valentía. Todo fue falso. Lo que hizo Hearst fue enviar dinero suficiente para sobornar militares y dejar salir a la muchacha, que llegó a Nueva York con sus salvadores.
Fue el triunfo total de Hearst y la derrota vergonzosa de Pulitzer quien no tuvo más remedio que cubrir la información. El “Journal” instaló a la Cisneros en el Waldorf Astoria y al día siguiente le organizó una “Parade” a la que asistieron miles de personas ansiosas de conocer a la heroína, que poco después se casó con uno de sus presuntos liberadores. Cuando se desató la guerra y España fue derrotada, los diarios olvidaron a Evangelina para siempre. Murió en La Habana en 1967.

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