miércoles, 26 de mayo de 2010

No son (solo) cosas de abogados

Dom, 25/04/2010
La República
Jorge Bruce

Cual espesa nube volcánica del Eyjafjallajökull, la sombra del arzobispado se cierne sobre la autonomía de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Soy ex alumno y actual profesor de la misma. Por eso le hago caso a mi reacción afectiva e instintiva de preocupación por el reciente fallo del Tribunal Constitucional. Esto no es (solo) asunto de abogados. La disputa por la herencia de Riva Agüero es el instrumento legal de penetración en un ámbito que el cardenal anhela dominar.

La PUCP es la universidad más influyente del país por décadas de excelencia en la formación, tanto académica como humana, de sus alumnos. Esto significa un espíritu de debate, tolerancia a las ideas ajenas, respeto por los derechos humanos, combate al autoritarismo y la corrupción, exigencia ética, como lo demuestra su reciente posición pública respecto del plagio mediante internet, en contra de la increíble posición del Consejo de Asuntos Contenciosos Universitarios (CODACUN), que lo califica como “comportamiento natural de los estudiantes”. Por si esto fuera poco, Salomón Lerner, cuando era rector de nuestra universidad, presidió la CVR, esa tenaz defensora de una “cojudez” histórica.

Este es el legado que convierte a la PUCP en una presa irresistible para la ideología autoritaria y oscurantista del Opus Dei. No es que la universidad haya formado únicamente profesionales cercanos a la izquierda, que los hay y de los más destacados. También han salido de sus aulas derechistas del más alto nivel. Es precisamente esa pluralidad la que resulta inadmisible para una mentalidad que, tal como puede verse en la Universidad de Piura, execra esa dinámica convivencia de ideas opuestas, que se enriquecen de una tensión fecunda y contradictoria.

La libertad de pensamiento es una orgía de libertinaje para los intolerantes y reprimidos. Excita sus pulsiones más controladoras y agresivas. No es coincidencia que la prensa más conservadora haya aplaudido esa sospechosa decisión del TC. Como decía Sinesio López en este diario, ese organismo carece de la autonomía –que quisieran arrebatarle a la universidad– indispensable, por ser tributario de componendas partidarias.

En este tenebroso panorama es reconfortante la reacción de la FEPUC (Federación de Estudiantes de la PUC):

“Es necesario decir que la pretensión del actual Arzobispo de Lima mediante las acciones legales que ha tomado no es, como manifiesta, que se administren correctamente los bienes de la herencia de Riva-Agüero. Independientemente del aspecto legal de la controversia, consideramos que Juan Luis Cipriani utiliza su posición de Arzobispo de Lima para tener injerencia en la administración de la PUCP y, tras menoscabar su actual espíritu, instrumentalizarla como difusora de un pensamiento fundamentalista e intolerante”.

Conversé con mi amigo y colega Moisés Lemlij al respecto y me autorizó a citarlo de memoria: “No es lo mismo abusar de chicos sordomudos o indefensos, como lo hizo el obispo Murphy, el legionario Marcial Maciel o cualquier otro pedófilo cobijado en el manto protector de la Iglesia Católica, que enfrentarse a los chicos de la PUCP”. A Dios gracias.

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