domingo, 26 de diciembre de 2010

La irrupción del "wikiperiodismo"

El oficio de informar y la diplomacia después de Wikileaks

Silvio Waisbord
Para LA NACION

Lunes 13 de diciembre de 2010


La detención de Julian Assange es el último episodio en el furor informativo desatado por la decisión de WikiLeaks de correr la cortina de la diplomacia del gobierno norteamericano. La megafiltración brindó la oportunidad al mundo de mirar las bambalinas de la diplomacia desde la primera fila de la platea. Observar la producción sin filtro de información vital para los destinos del mundo provoca un placer delicioso, irresistible, casi culpable. Como en cualquier cocina, ya sea de la política o de los negocios, el modus operandi no es precisamente delicado o bonito. La información muestra que la diplomacia no siempre habla de forma diplomática. Queda al descubierto la distancia entre la palabra pública del diálogo mesurado y estratégico y las conversaciones privadas repletas de impresiones, chismes, banalidades y convicciones sin pruebas.

Sin duda, la irrupción de WikiLeaks tiene consecuencias enormes para la diplomacia. Reponiéndose de la conmoción suscitada, la administración de Barack Obama advirtió a los funcionarios públicos de no consultar el sitio WikiLeaks. Tal decisión parece desesperada, un intento de tapar el sol con un colador, considerando la enorme dimensión de los cambios en curso. En la época digital, ya no existen más secretos; alguien puede acceder a documentos depositados en un servidor y hacer copias que adquieren vida y velocidad propia. La posibilidad que se revele información de la red de seguridad del gobierno de Estados Unidos (Siprnet), a la que tienen acceso casi tres millones de funcionarios, es permanente. Por ello es factible que, de aquí en más, cualquier diplomático sea mucho más discreto a la hora de producir información.

Más allá del impacto en la diplomacia, cabe preguntar si WikiLeaks es periodismo, especialmente el tipo de periodismo de investigación tan celebrado en democracia. WikiLeaks representa un nuevo tipo de periodismo en un mundo informativo en profunda transición. Es uno de los pocos ejemplos de periodismo realmente globalizado: su público es una audiencia global, su mira está puesta en cuestiones que trascienden la política nacional, y sus fuentes de información (y, según se especula, de financiamiento) son globales.

Sin embargo, que WikiLeaks haya escogido para la distribución de la información un manojo de medios tradicionales en países clave sugiere que los grandes periódicos siguen siendo fundamentales. Aun en un mundo digital de incalculable información, o quizá porque hay demasiada información, los medios prestigiosos occidentales retienen visibilidad y credibilidad. WikiLeaks por sí solo no hubiera ocasionado semejante conmoción.

Es claro que sus acciones guardan similitudes con el periodismo convencional más que con el modelo puro de Wikipedia. No es un trabajo colaborativo de ciudadanos anónimos en un proyecto común, como lo es la enciclopedia digital. Es una tarea de especialistas, entre los cuales hay periodistas, según dice Assange, que analizan los méritos de la información antes de publicar.

WikiLeaks reflota los desafíos éticos típicos que enfrenta el periodismo que divulga secretos de Estado. ¿Es ético publicar información obtenida de forma ilegal? ¿Se debe priorizar el derecho público a saber, a pesar de que la información pueda comprometer la "seguridad nacional"? ¿Es justificable defender el derecho del secreto de la fuente, tal como argumenta Assange? WikiLeaks tiene menos dudas que el periodismo convencional a la hora de responder estas preguntas, en gran parte debido a que su modelo de negocio y funcionamiento (que permanece en penumbras frente a la opinión pública mundial) es muy diferente al de la prensa tradicional.

Tal diferencia estructural explica también por qué Assange se despacha con una cantidad formidable de información (un cuarto de millón de cables diplomáticos) que habitualmente el periodismo daría con cuentagotas. En el periodismo, si se tiene información explosiva lo recomendable es publicarla en entregas breves, para mantener la atención pública durante semanas. Pensemos que con una ínfima parte de lo obtenido por WikiLeaks, la prensa puso al descubierto innumerables abusos de poder.
No es la pura lógica periodística lo que impulsa las decisiones de WikiLeaks; coexisten lo periodísticamente interesante con los detalles superfluos, que rara vez son noticia. Es información en crudo, ofrecida sin el filtro típico de la redacción. El sensacionalismo de las revelaciones que involucran a los poderosos del mundo (ya sea por sus intrigas geopolíticas de palacio, miserias privadas y debilidades personales) entra en la misma bolsa con observaciones pedestres e irrelevantes. El periodismo convencional tamiza mucho más que WikiLeaks, que sacude descargando parvas de información en bruto.

Quizá la prueba más contundente del "wikiperiodismo" es que sus acciones son interpretadas como si efectivamente fuera periodismo. No es cuestión de si WikiLeaks hace periodismo, sino que se cree que, efectivamente, es periodismo. Quienes apoyan a Assange sostienen que la virtud de WikiLeaks es exactamente lo que la buena prensa debe hacer en democracia: ofrecer información para ayudar a los ciudadanos a entender el funcionamiento del gobierno y mantener un escepticismo prudente frente al poder. En su opinión, WikiLeaks y los medios que diseminaron las filtraciones cumplen funciones vitales a la prensa, tal como lo imaginaron los filósofos de la democracia liberal. Más allá de la excesiva arrogancia de Assange y la falta de transparencia de su operación (hasta se le critican sus horribles cortes de pelo), su empecinamiento en desnudar al poder de la primera potencia mundial es digna del mejor periodismo.

Por otra parte, los críticos, particularmente voces prominentes del gobierno norteamericano, reaccionaron tal como si hubiera sido la prensa convencional quien destapó acciones ilegales que involucran a funcionarios públicos. Sus declaraciones tienen el perfume inconfundible de las críticas lanzadas por la administración de Richard Nixon en ocasión de la publicación de los "papeles del Pentágono", en 1971. Hoy como entonces, el gobierno norteamericano acusa a WikiLeaks de criminal, de favorecer a los enemigos y de olvidar su responsabilidad con la seguridad nacional. En actos típicos de "matar al mensajero", encumbrados políticos pidieron desempolvar el Acta contra el Espionaje aprobada durante la Primera Guerra Mundial. Para los críticos, Assange irresponsablemente pone en riesgo la seguridad de personal diplomático y militar alrededor del mundo. Sostienen que pensar en la transparencia absoluta de la política exterior es irrealista y necio, ya que la discreción y la reserva son esenciales para que la diplomacia sea efectiva; la libertad de información no implica la publicación de secretos vitales para la seguridad de los Estados Unidos y sus aliados.

WikiLeaks muestra no solamente la dificultad de poner el cascabel a la divulgación de información en el mundo digitalizado, donde la privacidad, incluso de la información diplomática, es endeble. Cuando se carecen de leyes globales como la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, y la legislación draconiana sobre la difusión de información oficial sigue vigente en numerosos países, WikiLeaks aprovecha el caos legal para publicar información. No es que los periodistas cruzan fronteras para trabajar en países con leyes más proclives a proteger la revelación de secretos, tal como lo hicieran destacados columnistas ingleses al mudarse a Estados Unidos.

El "wikiperiodismo" existe en un nuevo mundo donde las viejas leyes no funcionan y las nuevas reglas no están claras. Así como todas las fronteras geográficas, económicas y culturales quedan difusas en la globalización, WikiLeaks cruza los límites entre periodismo e inteligencia, sensacionalismo y seriedad. Aprovecha el desorden legal y tecnológico para producir un fenómeno periodístico propio de los nuevos tiempos.
© La Nacion
El autor es profesor de Periodismo y Comunicación Política en la George Washington University

martes, 14 de diciembre de 2010

Mario, el reportero


La República
05 de diciembre de 2010

Un somero examen de su trayectoria nos revelará sus primeras incursiones en el periodismo como cronista policial. Y esa experiencia reporteril, sumada al rigor propio de un periodista de investigación, le servirían luego para escribir varias de sus grandes novelas. Con ocasión de la entrega del Premio Nobel, una historia de la vieja relación de MVLl con el periodismo. 


Por Ángel Páez

No se equivocan los lectores de El sueño del celta si encuentran en la novela un parecido con el reportaje periodístico. En realidad, tampoco deberían sorprenderse porque Mario Vargas Llosa es un viejo periodista que varias veces se ha valido de las técnicas de la profesión para escribir ficción sobre hechos reales. Comenzó a hacerlo cuando agotó la fuente de la experiencia personal. Luego de publicar La ciudad y los perros (1963), La casa verde (1966), Conversación en La Catedral (1969), Pantaleón y las visitadoras (1973) y La tía Julia y el escribidor (1977), libros que contienen una poderosa carga autobiográfica, Vargas Llosa daría un espectacular giro. Recurrió al reporterismo, esa entrañable práctica con la que se inició a los 15 años en el diario La Crónica, para emprender una nueva etapa literaria basada en la investigación de historias verdaderas que luego transformaría en notables novelas.

La primera oportunidad se le presentó después de escribir el guión de una película que nunca se filmó sobre la rebelión de los Canudos, dirigida por un mesiánico y fantasmagórico personaje brasileño llamado Antonio Conselheiro, entre 1896 y 1897, en Bahía. El novelista leyó todo lo que se había escrito sobre el tema, revisó los archivos con documentos originales que registran los hechos e hizo un viaje hasta los escenarios en los que se desenvolvieron los episodios violentos. Una vez  informado concienzudamente hasta dominar los detalles como un perito, Vargas Llosa se despojó de la condición de periodista para contar su propia versión de lo que llamó La guerra del fin del mundo (1981).

“Creo haber leído prácticamente todo lo que se ha escrito sobre Canudos. A todo el mundo le expliqué que no estaba escribiendo una novela apegada a la historia, y que quería conocer la verdadera historia, digamos, para mentir con conocimiento de causa”, le dijo Vargas Llosa al periodista brasileño Ricardo Setti, del diario Jornal do Brasil.

El método para escribir La guerra del fin del mundo resultó muy eficaz, al punto que lo repitió para escribir el siguiente libro, Historia de Mayta (1984). El interés por la insurrección del subteniente de la Guardia Republicana Francisco Vallejos Vidal, el sindicalista Jacinto Rentería y el líder campesino Vicente Mayta Mercado, en Jauja, en 1962, atrapó la avidez literaria de Vargas Llosa ese mismo año, en París, antes de haber publicado alguna novela. Fue cuando leyó una noticia pequeña en el diario Le Monde sobre la primera revolución marxista-leninista en el Perú encabezada por Vallejos. En esa época Vargas Llosa adhería el socialismo y era amigo de varios de los revolucionarios que morirían en otros intentos de insurgencia, como Javier Heraud, del Ejército de Liberación Nacional (ELN), en 1963; y Paul Escobar, del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR), fallecido en 1965. Dieciocho años después de leer la noticia en el periódico parisién, y conmovido por la guerra de Sendero Luminoso que se había iniciado ferozmente, Vargas Llosa se animó a contar lo sucedido en Jauja. El escritor  vio en el movimiento protagonizado por el subteniente Vallejos el principio de lo que después desembocó en la espantosa y fanática violencia abimaelista.

Reportero de la historia

Para construir Historia de Mayta, otra vez asumió el papel de periodista y buscó toda la información que se publicó sobre el levantamiento del 29 de mayo de 1962. Entrevistó a sobrevivientes y testigos de la época, se desplazó a los escenarios en los que ocurrieron los incidentes, se sumergió hasta la coronilla en la historia borroneada por el tiempo. “La indagación me llevó a visitar a diversas personas, a revisar periódicos antiguos, a recorrer bibliotecas tras el afán de reconstruir la figura del mítico protagonista de la historia de Jauja. Para ello, conversé con antiguos amigos y enemigos del personaje y cotejé las diversas versiones”, “El narrador trata a través de entrevistas, a través de una pesquisa, de reconstruir quién fue Mayta”, explicó a Jorge Salazar, de la revista Caretas.

Sin embargo, no obstante el notable éxito de la fórmula La guerra del fin del mundo e Historia de Mayta, una vez más los demonios interiores de la experiencia propia devolvieron al novelista al arte de la pura invención, lo que produjo ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), El hablador (1987), Elogio de la madrastra (1988), Lituma en los Andes (1993) y Los cuadernos de don Rigoberto (1997). Retomaría el reporterismo para investigar el crimen del sátrapa Rafael Leónidas Trujillo, cometido en 1961. La idea de La fiesta del Chivo (2000) surgió durante su estancia en República Dominicana en 1975, durante el rodaje de la primera versión fílmica de Pantaleón y las visitadoras. Vargas Llosa ha desmentido que el régimen corrupto de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos lo inspiró para emprender el libro, pero algunos personajes coinciden en ello. Una vez más se entregó en cuerpo y alma a la búsqueda de material para su nuevo proyecto, La fiesta del Chivo (2000), dirigiéndose a las fuentes, en particular las humanas. “He leído todo lo que ha caído en mis manos (publicado y no) al respecto. Testimonios, confidencias sobre las conspiraciones que hubo para matar (al Chivo) y he conversado con personas de todos los bandos que actualmente viven en República Dominicana”, le dijo el novelista a Caretas, según la edición del 2 de marzo del 2000.

A continuación emprendió una investigación sobre Flora Celestina Teresa Enriqueta Tristán Moscoso (1803-1844) y su nieto Eugène Henri Jean-Paul Gauguin (1848-1903), protagonistas de El paraíso en la otra esquina (2003). El interés por Tristán comenzó luego de leer Peregrinaciones de una paria (1838) cuando estudiaba en San Marcos, en la segunda mitad de los años 50. En su afán por retratar con pasión y certeza a sus personajes, se zambulló en una vorágine investigativa, que esta vez fue más penosa y difícil porque había episodios oscuros, no documentados, de Flora Tristán. La mujer hizo una episódica pero decisiva travesía por el país, específicamente en Arequipa. “Apenas estuvo poco menos de un año en el Perú, pero fue un año fronterizo en su vida”, le dijo Vargas Llosa a Carlos Batalla, de La República: “Sin la experiencia peruana, Flora jamás hubiese sido lo que fue”.

Después de leer una biografía de Joseph Conrad, su escritor favorito, encontró que este fue amigo de Roger Casement y que ambos coincidieron en Congo. Luego se informaría de que Casement, luego de denunciar las atrocidades colonialistas contra los nativos congoleños, reportó al mundo las masacres de indígenas peruanos en el Putumayo cometidas por los explotadores del caucho. En la historia de Casement encontró la ocasión perfecta para transformarse en periodista. A comienzos del 2009 viajó al Congo arriesgando el pellejo y también estuvo en la Amazonía. Por supuesto, se zambulló en los archivos de Iquitos, Londres, Nueva York, Bruselas y habló con todo el que supiera sobre Casement para componer El sueño del celta. Fue como un viaje al corazón de las tinieblas, y pudo sobrevivir para contarlo.

Desbocada Pasión

“Aunque a mí lo que más me gusta es la literatura, no me gustaría vivir solamente en un mundo de ficción, cortado del resto de la vida. No. Yo quiero tener siempre un pie en la calle, estar inmerso en lo que es la actividad de mis contemporáneos, del tiempo, del sitio donde vivo”, confesó Mario Vargas Llosa a Katharyn Rodemann, de la revista Texas Monthly. “El periodismo siempre ha sido para mí muy importante. Durante mucho tiempo me gané la vida haciendo periodismo, y también ha sido una fuente de temas. Muchas de las cosas que he escrito no las hubiera escrito sin haber tenido experiencia de periodista”. Es una desbocada pasión que lo llevó a arriesgarse a viajar a la turbulenta Franja de Gaza y a la invadida Irak para reportear en directo la tragedia humana, como lo hicieron en su tiempo Stephen Crane, Ernest Hemingway y Vasili Grossman. 

martes, 2 de noviembre de 2010

¡BASTA DE ABUSOS!


Noviembre 01, 2010
Por Rosa María Palacios
Diario 16

Usted dirá: “Estos periodistas, nadie puede tocarlos porque se defienden entre ellos, condenan al  blogger José Alejandro Godoy y ya están todos protestando. ¿Por qué tanto lío? Si difamó, ¡que pague, pues!”. Bueno, aunque usted no lo crea, los periodistas no se defienden entre ellos. Todo lo contrario. Más bien se acuchillan entre ellos. Y cuando las papas queman, por lo general, solita te defiendes; pero no ahondo ahí, porque ese no es el tema de hoy. Solo se los explico porque de unanimidades, nada y me consta.

¿Que cuál es el lío? Cuando un periodista es censurado, amenazado, vetado, perseguido, encarcelado, multado, molido a golpes o asesinado, no solo sufre él, su familia o el medio para el que trabaja. Usted es el que sufre las consecuencias directamente. ¿Cómo así? Porque esa historia, ese dato, esa información que usted hubiera requerido para tomar una decisión, para protestar, para indignarse o formarse cualquier juicio, no llegará a sus manos; o lo hará de forma extemporánea, cuando ya de nada sirva. La impunidad de todo delito o falta ética encuentra en este silencio su mejor aliado y por eso el poder corrupto no ahorra esfuerzo en promoverlo.

Hoy el poder político no requiere de la violencia física para callar una verdad. Hay dos caminos más sutiles que la tanqueta en la puerta. Puedes comprar periodistas y medios. O puedes asustarlos. En este gobierno hemos visto juicios con cargos inventados, caros, largos y con consecuencias para el medio, amenazas de comisiones investigadoras o las que se constituyen para amenazar, persecución a familiares de periodistas, “avisos o sugerencias” a los propietarios sobre a cuál periodista expectorar, procesos administrativos en Sunat o Indecopi, licencias revocadas por el MTC, publicidad estatal como premio o como castigo, para que los díscolos “aprendan” a escuchar.  Que no le cuenten de Venezuela (donde la sufren duro, cómo no) si aquí la vivimos igualito. ¿Dónde  queda el indulto/fuga de Crousillat? ¿Dónde la Voz de Bagua? ¿Dónde Jorge del Castillo dirigiendo votaciones en el Congreso contra sus enemigos políticos?

Si difamar es hacer perder la buena reputación a una persona, ¿cómo podría ser Godoy responsable de la reputación de Mufarech? ¿Qué reputación puede tener un sujeto que dijo, entre otras calumnias, que José Alejandro Godoy era un mercenario del abogado José Ugaz (con el que nunca ha trabajado) y miembro de la misma mafia? ¿O que yo soy la jefa de un cartel de periodistas que cobraba en el SIN? Un sujeto que fue investigado por sus propios colegas congresistas y que no pudo ser encausado solo por el beneficio de la prescripción.

¿Y qué decir de una jueza con militancia aprista vigente (lo cual es ilegal) para la cual las palabras joya y perla son difamatorias y merecen condena máxima de 3 años y pago de 300,000 soles? Tuvo que decir algo tan vergonzoso porque no tiene cómo probar que Godoy hubiera mentido en un solo punto ni que hubiera usado una sola palabra injuriante. Así estamos. Pero no pasarán. Ni por un minuto lo crean.

lunes, 25 de octubre de 2010

¿Periodismo sin periodistas?

REPORTAJE:

La publicación de los 'papeles de Afganistán' por Wikileaks abre debates sobre la información sin filtros - Poner vidas en riesgo es uno de los tabúes rotos

Por MARIANGELA PAONE / CRISTINA GALINDO 
29/08/2010
El País de Epaña

La publicación en 1971 de 7.000 documentos secretos sobre la guerra de Vietnam desató uno de los mayores escándalos políticos de Estados Unidos y dio lugar a una apasionante controversia en torno a la libertad de expresión y la seguridad nacional. Cuatro décadas después, otra información sobre otro polémico conflicto, el de Afganistán, vuelve a abrir el debate sobre los límites de la información. Y no solo por el contenido difundido, sino por la forma en la que ha llegado a conocerse.

¿Es periodismo colgar unos papeles en la Red sin contextualizar?
Amnistía ha pedido que se borren los nombres de los documentos
La libertad de información tiene como frontera los derechos humanos
Hasta Reporteros sin Fronteras admite el interés de los documentos
El fundador niega que Wikileaks sea una organización periodística
Las noticias deben cumplir requisitos como la veracidad y el interés público

Desde que The New York Times, The Guardian y Der Spiegel publicaron a finales de julio la noticia de 76.000 archivos secretos del Pentágono relacionados con el conflicto afgano y recibidos un mes antes en sus redacciones, la atención se ha centrado en el emisor principal de la información: el portal Wikileaks, que desde hace tres años publica en su web documentos reservados en nombre de la libertad de información, lo que le ha garantizado el apoyo de las organizaciones que abogan por la transparencia y luchan por desvelar los trapos sucios de los Gobiernos. Hasta ahora. Tras la publicación de los papeles de Afganistán, Wikileaks ya no solo se enfrenta a las críticas oficiales por la siempre temida amenaza a la seguridad nacional; el 10 de agosto, cinco ONG -entre ellas Amnistía Internacional- pidieron a la web que borrara de los documentos los nombres de los afganos que colaboran con la OTAN y que pueden ser víctimas de represalias.

¿El portal tiene las "manos manchadas de sangre", como le acusa el Pentágono, o está ejerciendo la libertad de información, como defienden sus gestores? ¿Hasta qué punto se puede llegar en el uso de la información? El debate, tan antiguo como la existencia misma del periodismo, asume connotaciones completamente distintas en la época de Internet.

"Nosotros apoyamos la labor de Wikileaks en el sentido de que creemos que todo material clasificado debe publicarse, pero hay que tener en cuenta siempre que no ponga en riesgo a las personas. La libertad de información tiene que ser la máxima posible. Pero existen unos límites y, si se traspasan, se pueden vulnerar los derechos humanos. En casos de conflicto, nuestro principal objetivo es defender los derechos de la población, de los individuos", comenta Miguel Ángel Calderón, de Amnistía Internacional, organización cuyas críticas han llamado más la atención en esta polémica, ya que en 2009 premió a Wikileaks por sacar a la luz informes sobre las matanzas de Kenia. "Esos documentos en ningún momento vulneraban los derechos de las víctimas u otros individuos inocentes, sino que servían para denunciar un hecho", justifica Calderón.

Tras publicar los papeles de Afganistán, Wikileaks, que se ha limitado a difundir los documentos en bruto, sin editar ni omitir ningún dato, ha recibido todo tipo de críticas. No fue así con el vídeo difundido el pasado abril por la misma web en el que se demostraba la matanza de 11 civiles iraquíes abatidos en Bagdad, en julio de 2007, por un helicóptero estadounidense. Entre ellos se encontraban dos trabajadores de la agencia Reuters.

La información recibió el aplauso de medio mundo. Hasta Reporteros sin Fronteras colgó el vídeo en su web. "Era material de interés público", explica Benoit Hervieu, portavoz de la organización, que ha sido en las últimas semanas una de las voces más críticas a la hora de denunciar la irresponsabilidad de Wikileaks por publicar los nombres de los colaboradores afganos.

"Puede parecer sorprendente que Reporteros sin Fronteras, dedicada a la defensa de la libertad de prensa, critique con severidad la irresponsabilidad o más bien la imprudencia de Wikileaks. Pero hay una responsabilidad de los medios de comunicación sobre informaciones extremadamente sensibles como esta que pueden poner en riesgo la vida de las personas", manifiesta Hervieu, que explica así por qué para su organización no se trata de una contradicción: "Por supuesto que apoyamos a Wikileaks cuando hace públicos documentos sobre la guerra y los abusos cometidos. Si mañana Wikileaks difunde un vídeo sobre actos de torturas en Afganistán, claro que es interesante. Pero la pregunta es en qué medida era útil revelar los nombres de los colaboradores afganos".

El interés público no era en este caso evidente, según coinciden los expertos. Y ese es uno de los criterios utilizados por los periodistas a la hora de seleccionar y manejar una información. "Decidir si publicar o no información secreta siempre es difícil, y después de haber considerado los riesgos y el interés público, en algunos casos decidimos no publicar. Pero hay veces en que la información es de interés público significativo, y esta es una de ellas", se lee en la nota con la que The New York Times acompañó los artículos sobre los papeles de Afganistán, el pasado 25 de julio.

Wikileaks filtró los documentos a este y otros dos medios un mes antes de publicarlos en su web. Durante esas cuatro semanas, periodistas de esos medios contrastaron las informaciones y decidieron no publicar la información que consideraron más comprometedora, como los nombres de los colaboradores afganos, excepto los de los funcionarios, y otras informaciones que podían poner en riesgo las operaciones militares. "La decisión sobre la publicación se tomó tras una intensa discusión", explicó el director del periódico, Bill Keller. "Estudiamos el material para intentar establecer su importancia y credibilidad", afirmó.

"Las maneras en las que Wikileaks y los periodistas profesionales tratan estos documentos son muy distintas. Los reporteros tienen que decidir si los documentos son de interés público, si ponen en riesgo a alguien o cuáles serán las consecuencias. Para Wikileaks, lo importante es publicar la información sin tener en cuenta las consecuencias. Esto es peligroso", afirma Joyce Barnathan, presidenta del Centro Internacional de Periodismo (ICJ, en sus siglas en inglés), organización estadounidense que promociona el periodismo de calidad. Para ella, el trabajo que hizo The New York Times con el material de Wikileaks es lo que marca la diferencia entre "un trabajo periodístico y lo que hace Wikileaks: conseguir documentos y colgarlos".

Pero la presidenta del ICJ reconoce que el problema es que, aunque no es una organización periodística, Wikileaks produce información. "Ellos destapan informaciones importantes. Y la tecnología permite a cada vez más personas con distintos puntos de vista que puedan utilizar la información como quieran sin tener que contextualizar", afirma. Sin hacer, en definitiva, el trabajo editorial de selección y gestión del contenido y de las fuentes que hace una organización periodística.

Así que, según Barnathan, la gran cuestión es: ¿qué es periodismo hoy?, ¿qué es periodismo si hay organizaciones como Wikileaks que producen información, pero como más de una vez ha reiterado Julian Assange, fundador del portal, no se consideran periodistas? "Para nosotros, los periodistas son los que hacen y producen información. Una definición amplia", manifiesta Hervieu, de Reporteros sin Fronteras. "Si la información es importante y si Assange la considera importante, hay que asumir una responsabilidad periodística. Además, lo curioso es que el fundador del portal dice que Wikileaks no es una organización periodística pero reclama el beneficio de la protección de las fuentes", añade Hervieu.

Quien no tiene duda sobre el hecho de que lo que hace Wikileaks es periodismo es John Pilger. Este veterano de las investigaciones controvertidas, corresponsal de guerra en Vietnam y Camboya, define Wikileaks "como uno de los más importantes y excitantes desarrollos del periodismo". Para Pilger, muy crítico con los medios dominantes, la forma en que actúa el portal no solo es correcta, sino que demuestra que "el periodismo corporativo occidental está en crisis, tras haber colaborado en algunos casos con los Gobiernos en guerras ilegales".

Sin compartir el entusiasmo de Pilger, Wally Dean, periodista y miembro del Comité de Periodistas Comprometidos, un grupo de periodistas, editores, propietarios y académicos preocupados por el futuro del periodismo, con sede en Washington, opina que "el producto que hace Wikileaks es esencialmente periodístico".

Según Dean, una razón es que "toma decisiones editoriales, como aceptar documentos que alguien le ofrece y, presumiblemente, verificar la fuente, determinar si es auténtica". Si bien, añade, "ahí paran". A partir de ahí, Dean se muestra más crítico con la difusión de los papeles afganos: "Como los médicos, los periodistas deberían evitar siempre causar daño. Y no se puede asegurar que la difusión por parte de Wikileaks de documentos militares clasificados no lo haya causado. Simplemente, no lo sabemos".
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No todos comparten la opinión de que quien publica información tenga que respetar los mismos criterios que corresponden al periodismo, que tengan que asumir las mismas responsabilidades. "¿Los principios de la ética periodística tienen que aplicarse a todos? No, es imposible. Son las organizaciones periodísticas las que tienen que diferenciarse de gente como Wikileaks", dice Joshua Benton, director del Nieman Journalism Lab, un grupo de estudio de la Universidad de Harvard sobre el futuro del periodismo de calidad en la época de Internet. Benton considera que la existencia de Wikileaks es "el ejemplo de la liberación de las fuentes en los tiempos de Internet". Tiempos en los que las restricciones no tienen mucho sentido: "Si se para Wikileaks siempre habrá alguien que encontrará otras vías para publicar la información".

Benton dice sentirse más comodo en un mundo en el que existen ofertas como las de Wikileaks, "que es una fuente más". Los periódicos pueden decidir ignorarla o hacer lo que han hecho The Guardian y The New York Times: "Utilizar el material aplicando los criterios que han utilizado siempre". Según Benton, las críticas que han llegado de los medios de comunicación tradicionales se deben a una "reacción emocional y de protección profesional". Una reacción parecida, según él, a la que se ha tenido con los blogs y Twitter. "Y ahora todos los periódicos los utilizan".

Para Manuel Núñez Encabo, presidente en funciones de la Comisión de Quejas y Deontología de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) y catedrático de Ciencias Jurídicas de la Universidad Complutense de Madrid, la cuestión no es tan sencilla. "Se trata de un tema que es necesario debatir en el marco de los contenidos que se dan a través de los medios, sea cual sea el soporte. No cabe duda de que Wikileaks tiene un aspecto positivo: dar informaciones que los poderes públicos no siempre quieren dar. Toda la información tiene que ser de interés general y en este caso lo es. Pero, además, debe cumplir dos condiciones indispensables: veracidad y respeto a los derechos fundamentales de la persona", dice Núñez, que duda que informaciones como la de los papeles de Afganistán cumplan estos requisitos.

"El de los nuevos formatos de información y cómo se vinculan con el periodismo es un debate no resuelto. Los periodistas, como transmisores tradicionales de información, son fundamentales, porque garantizan la calidad de las noticias, sea cual sea el formato y las fuentes". El experto advierte que, sin ciertos límites, se corre el riesgo de "entrar en una etapa de torre de Babel en la que la gente que más grita es la que más se ve, y en la que hay un mayor riesgo de manipulación".

Una torre de Babel que podría despertar, según la directora del ICJ, Barnathan, la tentación de los Gobiernos de imponer cada vez más restricciones: "En Estados Unidos creemos que la autorregulación es la mejor forma de gestionar la libertad de prensa. Pero actuaciones como la de Wikileaks suscitan la pregunta de cómo controlar todo esto".

Una máquina de primicias

- Papeles de Afganistán. El pasado 25 de julio, The New York Times, The Guardian y Der Spiegel publican la noticia de 76.000 archivos secretos obtenidos por Wikileaks y que detallan el día a día de la guerra en Afganistán desde 2004 a 2009.


- Daños colaterales. El pasado abril, Wikileaks difunde el vídeo de la matanza de 11 civiles iraquíes abatidos en Bagdad, en 2007, por un helicóptero estadounidense. El Pentágono tuvo que abrir una investigación.


- Los secretos de Dutroux. En 2009, Wikileaks publica información confidencial del expediente del pederasta Marc Dutroux, incluidos teléfonos, cuentas bancarias y direcciones de implicados en el caso. El padre de una de las víctimas ha criticado la difusión del material.


- El caso Trafigura. En 2009, publicó un informe sobre Trafigura (empresa del sector de la energía) un mes después de que un juez ordenara que el material, obtenido por The Guardian, se mantuviera secreto. Según el informe, Trafigura pagó a una empresa de Costa de Marfil para deshacerse de 400 toneladas de gasolina.


- Las matanzas de Kenia. En julio de 2009 Amnistía premió a Wikileaks por denunciar ejecuciones extrajudiciales en Kenia.

lunes, 11 de octubre de 2010

La civilización del espectáculo


por MARIO VARGAS LLOSA 
03 de junio de 2007
El País de España
En algún momento, en la segunda mitad del siglo XX, el periodismo de las sociedades abiertas de Occidente empezó a relegar discretamente a un segundo plano las que habían sido sus funciones principales -informar, opinar y criticar- para privilegiar otra que hasta entonces había sido secundaria: divertir. Nadie lo planeó y ningún órgano de prensa imaginó que esta sutil alteración de las prioridades del periodismo entrañaría cambios tan profundos en todo el ámbito cultural y ético. Lo que ocurría en el mundo de la información era reflejo de un proceso que abarcaba casi todos los aspectos de la vida social. La civilización del espectáculo había nacido y estaba allí para quedarse y revolucionar hasta la médula instituciones y costumbres de las sociedades libres.

      ¿A qué viene esta reflexión? A que desde hace cinco días no hallo manera de evitar darme de bruces, en periódico que abro o programa noticioso que oigo o veo, con el cuerpo desnudo de la señora Cecilia Bolocco de Menem. No tengo nada contra los desnudos, y menos contra los que parecen bellos y bien conservados, tal el de la señora Bolocco, pero sí contra la aviesa manera como esas fotografías han sido tomadas y divulgadas por el fotógrafo, a quien, según la prensa de esta mañana, su hazaña periodística le ha reportado ya 300.000 dólares de honorarios, sin contar la desconocida suma que, por lo visto, según la chismografía periodística, la señora Bolocco le pagó para que no divulgara otras imágenes todavía más comprometedoras. ¿Por qué tengo que estar yo enterado de estas vilezas y negociaciones sórdidas? Simplemente, porque para no enterarme de ellas tendría que dejar de leer periódicos y revistas y de ver y oír programas televisivos y radiales, donde no exagero si digo que los pechos y el trasero de la señora de Menem han enanizado todo, desde las degollinas de Irak y el Líbano, hasta la toma de Radio Caracas Televisión por el Gobierno de Hugo Chávez y el triunfo de Nicolas Sarkozy en las elecciones francesas.

      Ésas son las consecuencias de aceptar que la primera obligación de los medios es entretener y que la importancia de la información está en relación directamente proporcional a las dosis de espectacularidad que pueda generar. Si ahora parece perfectamente aceptable que un fotógrafo viole la privacidad de cualquier persona conocida para exponerla en cueros o haciendo el amor con un amante ¿cuánto tiempo más hará falta para que la prensa regocije a los aburridos lectores o espectadores ávidos de escándalo mostrándoles violaciones, torturas y asesinatos en trance de ejecutarse? Lo más extraordinario, como índice del aletargamiento moral que ha resultado de concebir el periodismo en particular, y la cultura en general, como diversión y espectáculo, es que el paparazzi que se las arregló para llevar sus cámaras hasta la intimidad de la señora Bolocco, es considerado poco menos que un héroe debido a su soberbia performance, que, por lo demás, no es la primera de esa estirpe que perpetra ni será la última.

      Protesto, pero es idiota de mi parte, porque sé que se trata de un problema sin solución. La alimaña que tomó aquellas fotos no es una rara avis, sino producto de un estado de cosas que induce al comunicador y al periodista a buscar, por encima de todo, la primicia, la ocurrencia audaz e insólita, que pueda romper más convenciones y escandalizar más que ninguna otra. (Y si no la encuentra, a fabricarla). Y como nada escandaliza ya en sociedades donde casi todo está permitido, hay que ir cada vez más lejos en la temeridad informativa, valiéndose de todo, aplastando cualquier escrúpulo, con tal de producir el scoop que dé que hablar. Dicen que, en su primera entrevista con Jean Cocteau, Sartre le rogó: "¡Escandalíceme, por favor!". Eso es lo que espera hoy día el gran público del periodismo. Y el periodismo, obediente, trata afanosamente de chocarlo y espantarlo, porque ésta es la más codiciada diversión, el estremecimiento excitante de la hora.

      No me refiero sólo a la prensa amarilla, a la que no leo. Pero esa prensa, por desgracia, desde hace tiempo contamina con su miasma a la llamada prensa seria, al extremo de que las fronteras entre una y otra resultan cada vez más porosas. Para no perder oyentes y lectores, la prensa seria se ve arrastrada a dar cuenta de los escándalos y chismografías de la prensa amarilla y de este modo contribuye a la degradación de los niveles culturales y éticos de la información. Por otra parte, la prensa seria no se atreve a condenar abiertamente las prácticas repelentes e inmorales del periodismo de cloaca porque teme -no sin razón- que cualquier iniciativa que se tome para frenarlas vaya en desmedro de la libertad de prensa y el derecho de crítica.

      A ese disparate hemos llegado: a que una de las más importantes conquistas de la civilización, la libertad de expresión y el derecho de crítica, sirva de coartada y garantice la inmunidad para el libelo, la violación de la privacidad, la calumnia, el falso testimonio, la insidia y demás especialidades del amarillismo periodístico.

      Se me replicará que en los países democráticos existen jueces y tribunales y leyes que amparan los derechos civiles a los que las víctimas de estos desaguisados pueden acudir. Eso es cierto en teoría, sí. En la práctica, es raro que un particular ose enfrentarse a esas publicaciones, algunas de las cuales son muy poderosas y cuentan con grandes recursos, abogados e influencias difíciles de derrotar, y que lo desanime a entablar acciones judiciales lo costosas que éstas resultan en ciertos países, y lo enredadas e interminables que son.

      Por otra parte, los jueces se sienten a menudo inhibidos de sancionar ese tipo de delitos porque temen crear precedentes que sirvan para recortar las libertades públicas y la libertad informativa. En verdad, el problema no se confina en el ámbito jurídico. Se trata de un problema cultural. La cultura de nuestro tiempo propicia y ampara todo lo que entretiene y divierte, en todos los dominios de la vida social, y por eso, las campañas políticas y las justas electorales son cada vez menos un cotejo de ideas y programas, y cada vez más eventos publicitarios, espectáculos en los que, en vez de persuadir, los candidatos y los partidos tratan de seducir y excitar, apelando, como los periodistas amarillos, a las bajas pasiones o los instintos más primitivos, a las pulsiones irracionales del ciudadano antes que a su inteligencia y su razón. Se ha visto esto no sólo en las elecciones de países subdesarrollados, donde aquello es la norma, también en las recientes elecciones de Francia y España, donde han abundado los insultos y las descalificaciones escabrosas.

      La civilización del espectáculo tiene sus lados positivos, desde luego. No está mal promover el humor, la diversión, pues sin humor, goce, hedonismo y juego, la vida sería espantosamente aburrida. Pero si ella se reduce cada vez más a ser sólo eso, triunfan la frivolidad, el esnobismo y formas crecientes de idiotez y chabacanería por doquier. En eso estamos, o por lo menos están en ello sectores muy amplios de -vaya paradoja- las sociedades que gracias a la cultura de la libertad han alcanzado los más altos niveles de vida, de educación, de seguridad y de ocio del planeta.

      Algo falló, pues, en algún momento. Y valdría la pena reaccionar, antes de que sea demasiado tarde. La civilización del espectáculo en que estamos inmersos acarrea una absoluta confusión de valores. Los iconos o modelos sociales -las figuras ejemplares- lo son, ahora, básicamente, por razones mediáticas, pues la apariencia ha reemplazado a la sustancia en la apreciación pública. No son las ideas, la conducta, las hazañas intelectuales y científicas, sociales o culturales, las que hacen que un individuo descuelle y gane el respeto y la admiración de sus contemporáneos y se convierta en un modelo para los jóvenes, sino las personas más aptas para ocupar las primeras planas de la información, así sea por los goles que mete, los millones que gasta en fiestas faraónicas o los escándalos que protagoniza. La información, en consecuencia, concede cada vez más espacio, tiempo, talento y entusiasmo a ese género de personajes y sucesos. Es verdad que siempre existió, en el pasado, un periodismo excremental, que explotaba la maledicencia y la impudicia en todas sus manifestaciones, pero solía estar al margen, en una semiclandestinidad donde lo mantenían, más que leyes y reglamentos, los valores y la cultura imperantes. Hoy ese periodismo ha ganado derecho de ciudad pues los valores vigentes lo han legitimado. Frivolidad, banalidad, estupidización acelerada del promedio es uno de los inesperados resultados de ser, hoy, más libres que nunca en el pasado.

      Esto no es una requisitoria contra la libertad, sino contra una deriva perversa de ella, que puede, si no se le pone coto, suicidarla. Porque no sólo desaparece la libertad cuando la reprimen o la censuran los gobiernos despóticos. Otra manera de acabar con ella es vaciándola de sustancia, desnaturalizándola, escudándose en ella para justificar atropellos y tráficos indignos contra los derechos civiles.

      La existencia de este fenómeno es un efecto lateral de dos conquistas básicas de la civilización: la libertad y el mercado. Ambas han contribuido extraordinariamente al progreso material y cultural de la humanidad, a la creación del individuo soberano y al reconocimiento de sus derechos, a la coexistencia, a hacer retroceder la pobreza, la ignorancia y la explotación. Al mismo tiempo, la libertad ha permitido que esa reorientación del periodismo hacia la meta primordial de divertir a lectores, oyentes y televidentes, fuera desarrollándose en proporciones cancerosas, atizada por la competencia que los mercados exigen. Si hay un público ávido de ese alimento, los medios se lo dan, y si ese público, educado (o maleducado, más bien) por ese producto periodístico, lo exige cada vez en mayores dosis, divertir será el motor y el combustible de los medios cada día más, al extremo de que en todas las secciones y formas del periodismo aquella predisposición va dejando su impronta, su marca distorsionadora. Hay, desde luego, quienes dicen que más bien ocurre lo opuesto: que la chismografía, el esnobismo, la frivolidad y el escándalo han prendido en el gran público por culpa de los medios, lo que sin duda también es cierto, pues una cosa y la otra no se excluyen, se complementan.

      Cualquier intento de frenar legalmente el amarillismo periodístico equivaldría a establecer un sistema de censura y eso tendría consecuencias trágicas para el funcionamiento de la democracia. La idea de que el poder judicial puede, sancionando caso por caso, poner límite al libertinaje y violación sistemática de la privacidad y el derecho al honor de los ciudadanos, es una posibilidad abstracta totalmente desprovista de consecuencias, en términos realistas. Porque la raíz del mal es anterior a esos mecanismos: está en una cultura que ha hecho de la diversión el valor supremo de la existencia, al cual todos los viejos valores, la decencia, el cuidado de las formas, la ética, los derechos individuales, pueden ser sacrificados sin el menor cargo de conciencia. Estamos, pues, condenados, nosotros, ciudadanos de los países libres y privilegiados del planeta, a que las tetas y culos de los famosos y sus "bellaquerías" gongorinas, sigan siendo nuestro alimento cotidiano.

      © Mario Vargas Llosa, 2007.© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario EL PAÍS, SL, 2007.

      sábado, 24 de julio de 2010

      San Marcos y el terrorismo mediático


      Publicado en el Blog del Tío Juan
      19 Junio 2010
      Por Juan Gargurevich

      De un colega español aprendí la frase que él a su vez había escuchado de un viejo periodista: “Si no hay una buena noticia… ¡inflen el perro, inflen el perro!” que en cristiano quiere decir que exageren lo poco que tengan en la redacción para publicar en la próxima edición.

      ¿Origen de la frase? Me dijeron que era de Cervantes pero nunca lo averigüé. Pero supe, eso sí, que aquello de “inflar el perro” se practicaba en todo el mundo y no solo en sequía noticiosa sino también en ocasiones en que una nueva de tono menor se convierte en ocasión apetecible para la política.

      Y me temo que esto es lo sucede con el promocionado “brote terrorista” en la Universidad de San Marcos donde un pequeño mitin de los cabeza-calientes de siempre ha sido convertido en el retorno de Sendero Luminoso.

      Los profesores de San Marcos hemos sufrido desde siempre a los radicales que rondan las facultades de Letras, Ciencias Sociales, Derecho y otras y no se requiere del Servicio de Inteligencia para saber que hace muchos años que rondan por ahí haciendo ruido. Y sabemos también que se trata de pequeños grupos de incidencia insignificante.

      No tienen ya la presencia de los años 80. Hubo entonces ocasiones en que irrumpieron en las aulas y expulsaron a profesores acusándolos de “cerdos capitalistas” y también los vimos alguna vez en pequeñas marchas de encapuchados llamando a la subversión, como si desde la pequeña Facultad de Ciencias Sociales se pudiera incendiar la pradera. Hace mucho de esto, más de 25 años, y solo son un mal recuerdo de los muchos de San Marcos.

      Pero el periodismo que “infla el perro” está aprovechando del alboroto mediático creado alrededor de la salida de la cárcel de Lori Berendson y prolongándolo. Fue el periodismo el que reveló su paradero y promovió las protestas de los vecinos. Luego los mismos diarios y noticieros comenzaron a sacar la cuenta de los sentenciados que cumpliendo su condena han sido liberados a punto de obtener la libertad y ahora resulta que Lima está a punto de ser inundada por poco menos que un ejército de terroristas. San Marcos, sacudida en la actualidad por una ardorosa batalla interna, es la primera víctima.

      ¿Quién gana con esta ola de terrorismo mediático? Alguien, con seguridad, que cree que así obtendrá réditos políticos que podrían rendir frutos en las próximas batallas electorales que tenemos a la vuelta de la esquina.

      Flaco favor está haciendo a nuestra democracia ese periodismo que exagera tanto pues todo conduce a la promoción del autoritarismo de derecha.

      lunes, 19 de julio de 2010

      Unidad de Investigación de La República: 20 años de trayectoria

      La República
      07 de marzo de 2010
      Por Carlos Castro

      En febrero de 1990, cinco meses antes de que Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos se instalaran en el poder, se fundó la Unidad de Investigación de La República a iniciativa de Ángel Páez y con el respaldo de Gustavo Mohme Llona. Una decisión premonitoria frente a lo que se conocería después: la corrupción y los crímenes del fujimontesinismo. La fundación de la UI ocurrió en una época en la que el Perú era atravesado por dos lacras, la violencia terrorista y la corrupción. Esta semana, en un acto sencillo, con presencia de nuestro director, de los miembros de la UI y editores, recordamos sus 20 años.

      La UI es hoy uno de los equipos periodísticos de mayor reconocimiento en su campo, dentro y fuera del país. La CVR en su informe resalta el papel de la UI de La República y de la prensa independiente. Un núcleo en el que también estuvieron las revistas Caretas y SÍ, y que reveló cómo el narcotráfico y los traficantes de armas se infiltraron en el régimen de AFF y corrompieron a los militares y a las instituciones. Todo ello organizado desde el SIN de Montesinos con la venia de Fujimori.

      El expediente que sirvió para extraditar y procesar a Alberto Fujimori se sustenta en gran parte en las investigaciones que desarrolló este diario y su unidad. Gustavo Mohme Llona, director-fundador de La República, fue el primer periodista en denunciar en su columna, en noviembre de 1991, cuatro días después del hecho, que la matanza de Barrios Altos había sido ejecutada por un escuadrón de la muerte. Las investigaciones de Páez y de Edmundo Cruz y de los periodistas de la UI y otras áreas del diario confirmaron después la aseveración de nuestro desaparecido director. Este diario fue el primero también en denunciar, dos días después del hecho, el secuestro de un profesor y de nueve estudiantes de La Cantuta.

      Pero la UI señaló además que las matanzas de Barrios Altos, La Cantuta y otras habían sido ejecutadas por el grupo paramilitar Colina, armado y protegido por AFF y Montesinos.

      La historia de la UI tiene otros hitos. Reveló en los 90 la verdadera identidad del narcotraficante más poderoso de la época, Demetrio Chávez Peñaherrera, “Vaticano”, quien en represalia asesinó a Adolfo Isuiza, crimen por el cual nunca ha sido juzgado.

      Fue la UI la que destapó la corrupción en la compra de los aviones de guerra MIG-29 y Sukhoi-25 a Bielorrusia, el único caso en el que un presidente, Alberto Fujimori, aceptó por escrito que su asesor, Vladimiro Montesinos, cobró una coima. Fue la UI la que reveló la compra de las líneas editoriales de los canales 4 y 2 y nuestro diario –entonces ya bajo la conducción de Gustavo Mohme Seminario– publicó los contratos con los cuales Montesinos se comprometía a pagar los millones de dólares a los Crousillat y Winters. Otras investigaciones importantes fueron la participación y el financiamiento del SIN en la campaña reeleccionista de Fujimori y que se graficó con los “vladipolos”, el espionaje telefónico, la compra de la prensa chicha, la compra de los congresistas tránsfugas, el destape de la falsa operación “Siberia”, el pago de la coima de US$ 16 millones de dólares de Fujimori a Montesinos, la operación “Diablo”, montada por una empresa privada de seguridad (Forza) con la complicidad de marinos que después aparecieron involucrados en los “petroaudios”.

      El espacio es corto. Solo quisiera agregar que el régimen fujimorista, en un acto de cobardía, lanzó en respuesta una campaña de difamación e intentó acabar con las vidas de Mohme Llona, Páez y Cruz. A ellos, a los periodistas que pasaron por la UI y a los que continúan va nuestro homenaje.

      miércoles, 7 de julio de 2010

      Operación silencio

      Extraído de La República

      13 de junio de 2010

      Corren tiempos difíciles para la libertad de prensa en la región, pero sobre todo para aquellos que defienden su derecho a informar en los países del llamado “eje chavista” (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua). Allí cada vez hay menos espacio para expresarse con libertad.

      Por Raúl Mendoza

      “Ese medio de comunicación está cometiendo traición a la patria” puede decir con su voz engolada el presidente venezolano Hugo Chávez en cualquier programa del “Aló, Presidente” refiriéndose a un canal de TV, una radio o una publicación impresa solo porque fueron críticos de su gobierno. Con seguridad ese medio será víctima de represalias, porque Chávez es la cabeza de un proyecto autoritario que solo en el 2009 ha acumulado 246 violaciones a la libertad de expresión y, por si fuera poco, ha extendido su influencia nefasta a Bolivia, Ecuador y Nicaragua, donde también está pasando lo mismo.

      El líder del socialismo del siglo XXI ha avanzado por etapas en el proyecto más autoritario de la región y podría decirse que ha establecido una suerte de ‘manual’ para hostigar, atacar, cerrar o controlar medios. En un inicio remarcaba en su discurso que los periodistas eran ‘el enemigo’, luego auspició grupos que atacaban a los reporteros o las sedes de los medios de comunciación, después promovió leyes incompatibles con la libertad de expresión y ahora, con esas normas, pone a las empresas de comunicación contra la pared a cada rato. Los presidentes amigos le copian el modelo, las formas y los objetivos: controlar la información, eludir las críticas y denuncias.

      Llaneros en la lucha

      “En mi país se plantea la falsa disyuntiva de que quien no está con el chavismo está contra él”, explica Carlos Correa, director ejecutivo de Espacio Público, una organización de defensa de la información y los derechos humanos en Venezuela, para describir la situación. Para él, Chávez busca la polarización porque de ella saca dividendos. “En Venezuela todavía hay canales de expresión y puedes plantear tu descontento, pero nadie te asegura que no habrá represalias”, señala. No están en el nivel de Cuba, pero cada vez se cierran más los espacios.

      Entre las normas dadas por el gobierno que Espacio Público considera más atentatorias contra la libertad de expresión está la ‘ley de responsabilidad social’ que no solo sanciona a una persona que da declaraciones sino al periodista que hizo el reporte y al medio de comunicación que las hizo públicas. “Eso se está aplicando a Globovisión. Le abren proceso administrativo y lo suspenden por 72 horas. El canal ha acumulado cinco de estas sanciones”, dice Correa.

      ¿Qué se busca con estas medidas? La autocensura. Como cerrar una televisora privada y opositora es todavía difícil de lograr -en parte porque hay una gran movilización social opositora–, el chavismo genera un ambiente donde los medios se sienten siempre inseguros. “El año pasado, por ejemplo, se anunció el cierre de 250 radioemisoras por el vencimiento de sus licencias y se cerraron 32 de ellas. El efecto fue que muchas de las estaciones en peligro ahora lo piensan dos veces antes de difundir una información crítica”, cuenta Correa. Con ello se afecta el derecho de la gente a tener información y a contrastarla. A pesar de ello, entre los logros de la sociedad organizada en Venezuela está. 1) el fortalecimiento de los gremios periodísticos y sindicatos; 2) la denuncia constante de abusos ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos; y 3) el apoyo a propuestas informativas opositoras como Radio Caracas TV: el chavismo los obligó a irse al cable y allí se convirtieron en el canal con más audiencia. Pero la lucha continúa, solo en el 2009 hubo 146 agresiones a periodistas y 77 a medios de comunicación.

      Amigo centroamericano

      En una reciente visita al Perú, Julio Icaza, del Movimiento por Nicaragua, señaló: “En un grupo de países de la región hay claras tendencias de presión y violencia contra la libertad de prensa”, refiriéndose a Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, y Argentina en menor medida. “En nuestro caso se repiten modalidades ya vistas en Venezuela como el chantaje a través de las concesiones de frecuencias radioeléctricas, el acoso tributario contra las empresas de comunicación, o la utilización de ‘pandillas’ que atacan a la prensa. Daniel Ortega gobierna despóticamente, maneja los asuntos públicos como si se tratara de su hacienda”.

      Desde que asumió el poder en 2007 Ortega no ha dado conferencias de prensa y sus funcionarios no dan entrevistas a medios opositores. Su agenda, manejada por su esposa, Rosario Murillo, es un misterio. Su salud –según Reporteros sin Fronteras– es “secreto de Estado”. El periodista Carlos Fernando Chamorro –que en los 80 fue director del diario sandinista Barricada– fue denunciado judicialmente. Lo acusaron de lavado de dinero tras publicar una denuncia sobre tráfico de influencias en el gobierno. Otro periodista, Francisco Chamorro, director del Nuevo diario, fue acusado de fascista. Y Jaime Chamorro, director de La Prensa, también fue denunciado tras publicar una noticia. Así hay decenas de casos.

      María José Zamora, también integrante del Movimiento por Nicaragua, señala que Ortega cada vez más se acerca al gobernante autócrata que era en los 80, cuando había un control absoluto de la información. “Hay por ejemplo un alto nivel de secretismo en las acciones y decisiones de Ortega”, precisa. En ese sentido el presidente nicaraguense no ha rendido cuentas sobre la cooperación venezolana en su país. “Con ese dinero ha comprado dos canales de televisión, el 4 y el 8”, complementa Julio Icaza. Al resto –cinco canales– los mediatiza con amenazas.

      Desde que Ortega está en el poder, la sociedad nicaragüense se ha polarizado. Una situación no vista desde fines de los setenta, cuando el país estaba enfrascado en una guerra civil. Ahora el gobierno lucha contra el “imperio de los medios”. ¿Suena conocido?

      Bolivia: Proceso con matices

      Ramiro Orías, de la Red de Participación y Justicia de Bolivia, considera que su país está viviendo con Evo Morales un proceso de cambio político, social y económico importante, pero esto se ha desarrollado paralelamente al deterioro de la libertad de expresión. “Solo en los últimos 24 meses se han registrado, según el Observatorio Nacional de Medios de Bolivia, 350 actos de agresión física o psicológica a los periodistas en sus labores de cobertura”, explica. En la mayoría de casos se trata de ataques en turba, lo que convierte a las denuncias en mero trámite. Las instituciones encargadas no hacen nada para esclarecerlas. Más que leyes, aquí el mayor problema es la violencia contra el mensajero de noticias.

      Y es que, como en Venezuela, Evo Morales ha declarado a la prensa “el principal enemigo del gobierno” (algo parecido dice Correa en Ecuador, además de otros adjetivos). “De todas las denuncias que se han hechos en los últimos dos años, solo el 15% ha llegado a nivel judicial y de esos solo dos casos han sido esclarecidos”, dice Orías. Según el experto, Bolivia tiene una nueva Constitución donde la libertad de expresión está razonablemente protegida, pero hay una gran contradicción con las prácticas autoritarias del gobierno.

      Epílogo

      Hay coincidencias entre los expertos consultados para esta nota: los sistemas democráticos están siendo debilitados más allá del signo ideológico. “A cualquier presidente, ya sea de izquierda o derecha, le gusta o le conviene un medio complaciente”, señala el venezolano Carlos Correa. Sin embargo, en los países citados, el Estado –como dijo un gremio de periodistas– “es una aplanadora que avanza por etapas contra los medios”. Ahí todavía aguardan varias batallas. Otro punto de coincidencia es que las violaciones a la libertad de expresión deben ser combatidas siempre porque no solo atañen a los medios de comunicación y a los periodistas, sino a toda la sociedad. “La libertad de expresión y el acceso a la información pública son derechos de toda la colectividad”, dice Ramiro Orías. Sin ellas la democracia no puede concretarse.

      Cifras
      Prensa y periodistas bajo la lupa:
      • 138 ataques contra periodistas se registraron en Venezuela entre enero y abril. El 2004 fue el año con mayor número de ataques: 305.
      • 350 agresiones a periodistas por parte de turbas se han registrado en Bolivia en los últimos 24 meses, según el Observatorio Nacional de Medios.
      • 41 ataques contra la prensa se han registrado en Ecuador en lo que va del 2010, según información de Fundamedios.
      Monopolio y prensa

      Además de los proyectos autoritarios en nuestra región, hay también una tendencia a la concentración de la propiedad de los medios de comunicación en manos privadas, algo que entraña peligros para la pluralidad. El periodista Gustavo Gorriti, investigador del Instituto de Defensa Legal (IDL), precisa que se trata de un problema no solo regional sino mundial, que ha influido en la crisis actual de los medios. Como ejemplo cercano señala la participación del grupo Planeta como accionista mayoritario de El Tiempo, propietario a su vez de la revista Cambio, en Colombia. “Planeta redujo a su mínima expresión la revista –caracterizada antes por sus acuciosas investigaciones periodísticas– porque le interesaba tener buenas relaciones con el gobierno y lograr licencias para operar cadenas televisivas. Si para eso hay que sacrificar un medio o variar sus contenidos por otros más ligeros, lo hacen. Porque eso les permite ganar plata”. Para Gorriti, esta situación, que se repite en todo el mundo, trae como resultado la banalización de la información, y el empobrecimiento del debate público y de la democracia.

      Había una vez una prensa peruana

      Junio 14th, 2010
      Author: Rocío Silva Santisteban
      Extraído del blog KolumnaOcupa
                             Prensa y tetas por Alvaro Portales.

      Durante lo que la CVR llamó el “conflicto armado interno” los periodistas peruanos se las jugaban por una primicia. Periódicos como El Observador o La República, o incluso Expreso y por supuesto Caretas, estrenaban reciente libertad de prensa y reporteros que aprendieron en la cancha a sobrellevar el miedo para andar en camionetas pick up por los cerros secos de los Andes ayacuchanos en busca de la verdad de la noticia. Ahí acechaban senderistas y fuerzas armadas, pero los jóvenes periodistas, incluso de semanarios políticos como Amauta o El diario de Marka (pre-PCP SL), o de estaciones de televisión a la vanguardia como lo fue la primera generación de Canal 9, lograban no solo primicias, imágenes intensas, sino también involucrarse emocional y racionalmente con sus objetos de reporterismo. Eso fue lo que llevó a Eduardo de la Piniella o a Willi Retto o a Jorge Luis Mendívil a traspasar las órdenes de inamovilidad y de cerrazón de la información del Comando Político Militar a las órdenes de Clemente Noel y aventurarse por las serranías de Uchuraccay.

      Por esa fecha o un poco antes el Diario de Marka tenía uno de los mejores suplementos culturales que ha dado este país, El Caballo Rojo, que por ese entonces lo dirigía el poeta, ahora recientemente laureado con el premio Pablo Neruda, Antonio Cisneros. En El Caballo Rojo no sólo se escribían las mejores críticas culturales de literatura y de cine –Rosalba Oxanbadarat era una de las recordadas redactoras–, sino también incluía mucha información al día de las actividades culturales en toda América Latina, y no necesariamente eran repeticiones de cables, sino de colaboradores in situ. Recuerdo que yo, religiosamente, los domingos me mandaba con una caminata de diez cuadras desde mi casa hasta el otrora cine Canout, para comprar, en el kiosco de al lado, el suplemento. Y muchos de literatura de San Marcos, en ese entonces, hacían lo propio para conseguir el ansiado diario y leer la columna “El bostezo del lagarto”. En El Observador se reunía también un grupo excelente de jóvenes reporteros culturales, sobre todo de cine, y sus reseñas marcaban la pauta para poder lanzarnos a los ciclos de cine del Antonio Raimondi. Algunos años después, tras la caída de El Caballo Rojo o los suplementos de Página Libre o de El Mundo, uno que surgió contra todo pronóstico fue el Suplemento de Artes y Letras de Expreso, dirigido en ese entonces por un tímido e intelectual Umberto Jara.

      Hoy todo ha cambiado. No hay suplementos culturales con ese nombre en los periódicos peruanos, ni desde una perspectiva tradicional, ni desde una perspectiva antropológica del término. Digamos que El Dominical de El Comercio podría llamarse así, pero no sé por qué extraño motivo, desde hace 20 años no termina de despegar. En nuestro diario y en otros hay suplementos dominicales, pero no necesariamente se dedican a fomentar específicamente la creatividad o los productos culturales, aunque claro que siempre le dedican algunas páginas (al fondo hay sitio). Por otro lado, la prensa en general se ha vuelto perezosa, inverosímil, asmática, fatigada, olvidadiza, repetitiva y, sobre todo, obtusa y muchas veces no reconfirman la fuente, ni cruzan la información, o simplemente la lanzan como El Comercio lanzó la captura de Crousillat y no pasó nada. Los reporteros no se elevan frente al peligro, sino que lo provocan, azuzan a la ciudadanía y hasta le meten lapos si lo requiere el lente de su camarógrafo. Me pregunto: ¿qué pasó desde ese entonces hasta ahora para que periodistas, reporteros y gráficos hayan olvidado por completo o ignoren a sus pares de antaño como Eduardo de la Piniella, Willi Retto o Jorge Luis Mendívil?

      Esta kolumna ha sido publicada en La República el domingo 13 de junio.

      lunes, 5 de julio de 2010

      Los petroaudios y la prensa

      La República
      Dom, 30/11/2008

      El Instituto Prensa y Sociedad realizó el último miércoles un debate sobre la prensa y los ‘petroaudios’. Las intervenciones giraron sobre la pertinencia o no de usarlos para la investigación periodística al haber sido obtenidos ilegalmente. Si bien hubo opiniones encontradas, la posición mayoritaria señaló que dar a conocer el tema en los medios se justificaba porque con ello se destapó un caso de corrupción gubernamental.
      Por Raúl Mendoza

      Si esta denuncia no amerita publicarse, entonces no sé qué lo amerite”, dijo Gustavo Gorriti, el último miércoles en el debate sobre los “petroaudios” en el local del Instituto de Prensa y Sociedad. Con ello respondía a intervenciones previas que ponían en duda el peso de la denuncia sobre la ilegal adjudicación de lotes petroleros. También dijo para los puristas: “Si dicen que el chuponeo se debe investigar, que se investigue. ¿Por qué no se investiga? Pero eso no debe servir para paralizar la denuncia”.

      En el mismo sentido, Augusto Álvarez Rodrich, ex director de Perú.21, dejó esa misma noche otra frase para la platea. “Este debate me deja un poco triste, me da una sensación pesimista. El gobierno tiene muchos amigos en la prensa y cada vez quiere tener más”. Los presentes aplaudieron. Para él los “petroaudios” sí destaparon una corrupción extendida en los entes estatales, pero algunos periodistas le quitan importancia al tema por su cercanía con el gobierno o porque los audios no llegaron a sus manos.

      A estas alturas, el escándalo de los “petroaudios” ha costado la caída de un gabinete, la cárcel de sus principales implicados, la investigación de funcionarios públicos, el despido de los periodistas que denunciaron el caso y ha tocado incluso a Palacio de Gobierno. ¿Puede haber dudas sobre el valor de la denuncia hecha en este caso? No. Sin embargo, se ha abierto una discusión en la prensa: aceptar o no pruebas obtenidas ilegalmente –‘chuponeadas’ por terceros– para impulsar investigaciones periodísticas.

      Para algunos el caso es una bomba y para otros solo un bluff sobredimensionado.

      Dilema ético

      Después de que Cuarto Poder hizo públicos los audios, la mayoría de medios siguió el tema e incluso aportaron material inédito. Poco después se conoció que El Comercio tenía la información hacía muchos meses, pero no la publicó hasta que el caso estalló en TV. Juan Paredes Castro, editor de política del diario, explicó el miércoles que tras el cambio de director, la Unidad de Investigación presentó el material a los nuevos directivos y estos indagaron sobre la fuente de donde provenían.

      “Pablo O’Brien, investigador encargado del caso, se negó a proporcionar la fuente”, precisó Paredes. Entonces se evitó la publicación. Solo lo hicieron cuando ya otros se habían adelantado. Paredes Castro también respondió una interrogante que dudaba de la posición principista de El Comercio. Se decía que el diario no había querido hacer público el caso para “no poner en peligro la gobernabilidad”. “Yo participé en las reuniones. No me consta que la dirección hubiera afirmado eso”. El editor de política hizo constar también que en estos meses su diario ha publicado artículos sobre el avance de la investigación, de manera paralela a su exigencia de perseguir a los chuponeadores.

      ¿Por qué razones publicaron otros medios? Gustavo Mohme, director de La República, respondió que el contenido de los audios era de interés público y su difusión beneficiosa para la sociedad. “Se desconocía el nivel de injerencia de Rómulo León en las instituciones estatales y el alcance de sus actividades. Había indicios razonables de actos irregulares y eso debía difundirse”, señaló. Esa posición también es la que defienden Laura Puertas, Gustavo Gorriti o Augusto Álvarez Rodrich.

      Mohme explicó que hace un año La República también denunció el seguimiento y ‘chuponeo’ al padre Marco Arana, conocido por su permanente actividad en defensa de los derechos de las comunidades ante la actividad minera en Cajamarca, pero pocos hicieron eco de la denuncia. “En el reciente caso de los ‘petroaudios’, también hemos ido por esa línea y hubo notas de la Unidad de Investigación sobre el tema. Pero esa investigación no se ha concluido”, dijo.

      La otra orilla

      A contracorriente de estas posiciones, Mirko Lauer, flamante presidente de Ipys, no cree que el caso haya nacido de una investigación periodística. “En este caso la unidad de investigación fue la empresa de seguridad que realizó el chuponeo”, dijo. La denuncia para él ha sido un fracaso: “Miren la cantidad de tiempo invertido en Rómulo León y Alberto Químper. La corrupción hallada ha sido de un tamaño y lo publicado es más grande. Hoy el caso de Rómulo León se circunscribe a tráfico de influencias”.

      Lauer llamó la atención porque se ha actuado apresuradamente acusando a personas que nada tienen que ver con actos ilícitos. Puso como ejemplo a José Ignacio López Soria –director de la Organización de Estados Iberoamericanos, grabado en una conversación con Rómulo León– quien estaría en condiciones de demandar a algunos medios por difamación.

      Para Marco Zileri, director de la revista Caretas, el caso sí fue una gran primicia lograda por el programa Cuarto Poder, pero hasta el momento no ve a nadie más que a los primeros implicados –Rómulo León, Alberto Químper y otros más– envueltos en actos irregulares. “Yo conversé con Daniel Saba y César Gutiérrez, directivos de Perupetro y Petroperú, y me sorprendió la solidez de sus respuestas, la coherencia de ambos al explicar los procesos de subasta”, dijo.

      También dijo que no ve nada que comprometa a un ministro realmente. Sobre esta idea precisó: “Que los ministros vayan a visitar a Canaán a su hotel 10 o 20 veces no significa nada. ¿Dónde está el delito? Por eso todos están libres”. Conclusión: para él el caso también es más pequeño de lo que parece.

      Epílogo

      Sin embargo, la investigación todavía tiene mucho por delante. Esta semana el secretario de Palacio de Gobierno, Luis Nava, y la secretaria del presidente de la República, Mirtha Cunza, debieron acudir ante la Comisión Investigadora de los “petroaudios” del Congreso por sus vinculaciones con el caso. ¿Puede un asunto que involucra a funcionarios tan importantes, ser solo un ‘casito’? Este puede ser, además, el principio para que cualquier acto similar sea detenido al menor indicio. Algo que sí sorprende es que hoy los fujimoristas tengan presencia interrogando a los citados al Parlamento. Nadie puede soportar a Carlos Raffo, el escudero de Alberto Fujimori, pegándola de moralizador.

      “En Perú hay algunas situaciones que afectan la labor de la prensa”

      23 de mayo de 2010La República
      Por César Romero Calle.


      Entrevista/Gonzalo Marroquín. Vicepresidente de la SIP y director del diario Prensa Libre, Guatemala. Advierte del peligro que la libertad de prensa sufra un retroceso en Latinoamérica por culpa de gobiernos y políticos autoritarios y déspotas.

      ¿Cuál es el objetivo de esta misión de la SIP en el Perú?

      Conocer la situación de la libertad de prensa, ver algunos casos particulares y tener contacto con las autoridades para plantearles algunas inquietudes de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).

      ¿Qué amenazas encuentran en el Perú?

      Las autoridades muestran una disposición a respetar la libertad de prensa e información, pero hay algunas situaciones coyunturales que están afectando el libre ejercicio del periodismo. Aunque desde el punto de vista legal y democrático, el Perú está mejor que muchos países de la región.

      ¿Qué situaciones?

      La impunidad en el asesinato contra periodistas, que no se manipule el usufructo de frecuencias radio eléctricas según la línea editorial del medio y la persecución judicial de periodistas.

      ¿Cómo encuentran el caso de Alberto Rivera?

      Para nosotros se ha convertido en un caso emblemático. Estamos trabajando para que el caso no quede enmarcado dentro de la impunidad. El primer paso fue bastante satisfactorio, hubo condenas para los autores materiales. Falta que se concluya con el castigo para los autores intelectuales. Hemos visto irregularidades en el juicio al ex alcalde Luis Valdez. Esperamos que se revierta el fallo y que se haga un nuevo juicio imparcial.

      ¿La violencia afecta al periodismo en Latinoamérica?

      Latinoamérica está muy golpeada por la violencia contra periodistas. Es preocupante y por eso tenemos una campaña contra la impunidad de los asesinatos. En la medida que los Estados aclaren los ataques y castiguen a los responsables habrá menos asesinatos.

      En México, y se sospecha que también en el Perú, los asesinatos vienen del narcotráfico. ¿Es así en toda la región?.

      En México y Colombia los asesinatos están vinculados al narcotráfico o al crimen organizado. En otros países son grupos paramilitares y se han multiplicado los atentados a periodistas del interior que denuncian corrupción de autoridades locales influyentes, prepotentes e intolerantes.

      ¿Se utiliza el aparato judicial para acallar a los periodistas?

      Es un sistema que dentro de las democracias lamentablemente se está utilizando.

      Esto sucede pese a que la democracia parece consolidarse.

      Es triste que las democracias no promuevan la libertad de expresión. La mayoría de políticos cuando están en campaña dicen que respetarán la prensa, pero cuando llegan al poder cambian totalmente. La epidermis de nuestros políticos es muy sensible.

      ¿Qué pueden hacer la prensa y la comunidad?

      Tomar conciencia de que cuando hablamos de libertad de prensa o expresión no estamos hablando únicamente del derecho de los periodistas, estamos hablando del derecho de toda la sociedad a trasladar información y a recibir información y a expresarnos libremente.

      En este panorama, ¿cómo ve el futuro de la libertad de prensa?

      Es preocupante. Creo que podríamos empeorar, por eso hay que fomentar una unión entre periodistas y sociedad civil, para que no sea una la voz de alarma que se levante, sino de toda la sociedad. Si no logramos una lucha conjunta habrá un deterioro de la libertad de prensa muy acelerado en la región.

      ¿Cómo influye la cercanía de un medio al poder?

      Si el medio cae en la tentación de ser parte del poder, este lo va a afectar, por eso lo mejor es tener una distancia prudencial del poder que nos permita a ambos comprender que somos instituciones del Estado que no debemos convivir juntas, pero que debemos existir juntas.

      “Nos preocupan las leyes que limitan a la prensa”

      En este momento cuál es la principal preocupación de la SIP.

      Además de los asesinatos de periodistas, la legislación en materia restrictiva. Se había manejado la idea de que la mejor ley de prensa es aquella que no se escribe, pero en EEUU ya se empieza a hablar de leyes de prensa que en realidad son leyes para controlar a la prensa. Una tendencia que hemos visto muy replicada en el hemisferio sur y que podría trasladarse a otros países.

      Al término de su visita emiten un informe. ¿Este es vinculante?

      Nuestras resoluciones no son vinculantes porque no somos parte de los estados y los gobiernos. Lo que hacemos es hacerlos públicos. En el Perú, por ejemplo, vamos a tener un intercambio con el organismo legislativo para proponerles algunas iniciativas que consideramos que podrían contribuir a mejorar los procesos judiciales.

      De la SIP se dice que es un gremio de defensa de los dueños de medios.

      Se nos dice de todo en algunos países. La SIP se forma por medios, pero nuestro objetivo es defender la libertad de prensa. El caso de Alberto Rivera, él no era miembro de la SIP. La voz de Bagua no se la conoce en la SIP, pero nosotros hacemos gestiones para que se respete su derecho a transmitir información. La SIP es una institución que defiende principios y valores, no defiende a sus asociados.

      miércoles, 23 de junio de 2010

      Volver a empezar

      11 de Junio 2010
      El Espectador de colombia

      Por: Danilo Arbilla

      Lima. En su entrega de la semana pasada (9/6/10), la prestigiosa revista brasileña Veja dedica su entrevista de apertura al joven economista turco del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), Daron Acemoglu, quien sostiene que la tecnología y la educación son fundamentales para el crecimiento económico, pero advierte que sin instituciones saludables ningún país puede conseguir la mejor tecnología ni la mejor educación.

      Estima también el economista del MIT que la prensa es central - básica- para la democracia y que por eso – dice- es tan atacada (por los enemigos de la democracia), y se pregunta: "¿quién va a impedir al gobernante de ejercer el poder de modo arbitrario, de beneficiar a su primo o a su cuñado o silenciar a su rival?". "La única fuerza capaz de hacer eso- concluye- es la sociedad, la que solo podrá saber lo que pasa por la prensa".

      Todo ello es cierto, pero no muy novedoso dirá el lector. Sin embargo, no resulta ocioso repetirlo. El periodista venezolano Rafael Poleo, perseguido político del régimen chavista, encabeza sus columnas semanales que escribe desde el exilio con esta certera máxima de André Gide: "Todas las cosas son ya dichas; pero como nadie escucha, hay que volver a empezar siempre". Y parece que así son las cosas. Hace tres semanas, el presidente peruano Alan García me hablaba de los "malos modales "de sus colegas de los continentes que impedían el ingreso de Honduras y Porfirio Lobo a la OEA mientras pugnaban por el ingreso a la organización de Cuba y de los Castro, a despecho de la Carta Democrática que se dice que la rige.

      Pese a la sensatez de su visión, la lógica de sus argumentos y de ser el dueño casa, igual Alan García no logro que la Asamblea de la OEA celebrada en Lima retomara aunque sea en ese tema los buenos modales. El caso Honduras pasó a estudio de una comisión de "alto nivel", porque los miembros de la organización necesitan "mayor información” sobre la situación de Honduras. Ciertamente que las coincidencias entre el discurso –informe del Secretario General José Miguel Insulza, su propia gestión y objetivos y buena parte de los principios de la Carta Democrática Interamericana y la realidad imperante a nivel continental, son mera casualidades.

      Por ejemplo, al mismo tiempo que el canciller venezolano votaba respetar la Carta Democrática y los Derechos Humanos, Hugo Chávez ponía en marcha el Cesna (Centro de Estudio Situacional de la Nación), un poderoso organismo para censurar la información y controlar los medios de comunicación. El Cesna, "reserva” para el Poder Ejecutivo (Chávez), "la recolección, clasificación y divulgación de (todos) aquellos asuntos"…"concernientes a la seguridad de la Nación". ."El Estado". "la sociedad...”...la defensa...” y que a criterio de (Chávez) tengan que ver con "el interés nacional" y "la satisfacción de los intereses y objetivos nacionales" "en los ámbitos económicos, social, político, cultural, geográfico, ambiental y militar". Todo con la suficiente ambigüedad para que no escape nada y sin ningún tipo de control. Algo similar solo en la época de la Alemania Nazi y de la Unión Soviética o actualmente en la Cuba de los Castro.

      No se sabe si los cancilleres de la OEA han nombrado alguna comisión para contar con "mayor información" sobre si esta iniciativa de Chávez "encaja” en el menú democrático vigente. Es que hoy el principal problema no es que la gente no quiere escuchar, si no que cada vez son más los que quieren dictar lo que la gente puede ver, leer y escuchar.

      Danilo Arbilla