lunes, 29 de agosto de 2011

No a las Mentiras


Por: Emilio Palacio *
Sábado 23 de Julio del 2011
Este artículo, publicado el 6/2/2011, fue lo que motivó el juicio y condena contra “El Universo”:
Esta semana, por segunda ocasión, la dictadura informó a través de uno de sus voceros que el dictador está considerando la posibilidad de perdonar a los criminales que se levantaron el 30 de setiembre, por lo que estudia un indulto. No sé si la propuesta me incluya (según las cadenas dictatoriales, fui uno de los instigadores del golpe); pero de ser así, lo rechazo.
Comprendo que el dictador (devoto cristiano, hombre de paz) no pierda oportunidad para perdonar a los criminales. Indultó a las mulas del narcotráfico, se compadeció de los asesinos presos en la Penitenciaría del Litoral, les solicitó a los ciudadanos que se dejen robar para que no haya víctimas, cultivó una gran amistad con los invasores de tierras y los convirtió en legisladores, hasta que lo traicionaron. Pero el Ecuador es un Estado laico donde no se permite usar la fe como fundamento jurídico para eximir a los criminales de que paguen sus deudas. Si cometí algún delito, exijo que me lo prueben; de lo contrario, no espero ningún perdón judicial sino las debidas disculpas.
Lo que ocurre en realidad es que el dictador por fin comprendió (o sus abogados se lo hicieron comprender) que no tiene cómo demostrar el supuesto crimen del 30 de setiembre, ya que todo fue producto de un guión improvisado, en medio del corre-corre, para ocultar la irresponsabilidad del dictador de irse a meter en un cuartel sublevado, a abrirse la camisa y gritar que lo maten, como todo un luchador de cachascán que se esfuerza en su show en una carpa de circo de un pueblito olvidado.
A esta altura, todas las “pruebas” para acusar a los “golpistas” se han deshilvanado:
El dictador reconoce que la pésima idea de ir al Regimiento Quito e ingresar a la fuerza fue suya. Pero entonces nadie pudo prepararse para asesinarlo ya que nadie lo esperaba.
El dictador jura que el ex director del Hospital de la Policía cerró las puertas para impedir su ingreso. Pero entonces tampoco allí hubo ningún complot porque ni siquiera deseaban verle la cara.
Las balas que asesinaron a los policías desaparecieron, pero no en las oficinas de Fidel Araujo sino en un recinto resguardado por fuerzas leales a la dictadura.
Para mostrar que el 30 de setiembre no usaba un chaleco blindado, Araujo se colocó uno delante de sus jueces y luego se puso la misma camiseta que llevaba ese día. Sus acusadores tuvieron que sonrojarse ante la palpable demostración de que los chalecos blindados simplemente no se pueden ocultar.
Podría seguir pero el espacio no me lo permite. Sin embargo, ya que el dictador entendió que debe retroceder con su cuento de fantasmas, le ofrezco una salida: no es el indulto lo que debe tramitar sino la amnistía en la Asamblea Nacional.
La amnistía no es perdón, es olvido jurídico. Implicaría, si se la resuelve, que la sociedad llegó a la conclusión de que el 30 de setiembre se cometieron demasiadas estupideces, de parte y parte, y que sería injusto condenar a unos y premiar a otros. ¿Por qué el dictador sí pudo proponer la amnistía para los ‘pelucones’ Gustavo Noboa y Alberto Dahik, pero en cambio quiere indultar a los “cholos” policías?
El dictador debería recordar, y esto es muy importante, que con el indulto, en el futuro, un nuevo presidente, quizás enemigo suyo, podría llevarlo ante una corte penal por haber ordenado fuego a discreción y sin previo aviso contra un hospital lleno de civiles y gente inocente. Los crímenes de lesa humanidad, que no lo olvide, no prescriben.
[*] Ex Editor de Opinión Diario “El Universo” Ecuador

Revoluciones inquisidoras


Autoritarismo a la ecuatoriana: Zarpazo contra la Libertad de expresión

Fuente El Comercio

Por: Ricardo Trotti Periodista
Sábado 23 de Julio del 2011
La revolución ciudadana de Rafael Correa se asemeja cada vez más a la bolivariana de Hugo Chávez: la crítica a la autoridad y el disenso se han convertido en delitos de opinión, castigándose con cárcel, multas millonarias o exilio forzado.
Así como la Iglesia del siglo XIV, el presidente ecuatoriano se siente dueño de la verdad, infalible y censor de sus críticos. Esta semana, un ex columnista del diario “El Universo” y sus directivos pagaron muy caro la osadía de llamarlo “dictador” en una columna de opinión. En un trámite judicial vertiginoso, un juez sentenció en doce horas tras leer 5.000 fojas de expediente, condenándolos a tres años de cárcel y a indemnizar al mandatario con US$40 millones.
La desproporción entre castigo y delito desenmascara un juicio politizado. Similar al que fue sometido el opositor venezolano Oswaldo Álvarez, sentenciado a dos años de cárcel por declarar que el narcotráfico corroe Venezuela. Un entretejido sistema jurídico-legal es usado para castigar la crítica de políticos y periodistas, quienes ante la persecución eligen el destierro antes que la cárcel.
A este sistema perverso, Chávez y Correa lo completan con el escarnio público. Dedican horas para satirizar e insultar a sus contrincantes. Correa consagró siete cadenas nacionales de más de una hora para atacar a los periodistas Juan Carlos Calderón y Christian Zurita, autores de “El gran hermano”, un libro que denuncia nepotismo y corrupción en contratos entre el Estado y su hermano mayor, Fabricio. A la ofensiva verbal, le sumó una demanda por US$10 millones.
La astucia de Correa es que la burla, las represalias legales y la inseguridad jurídica generen miedo y autocensura. Lo está logrando. Un 70% de periodistas la practica, según una encuesta nacional de Fundamedios.
Al igual que el presidente de Venezuela, Correa se sirve de su estrategia integral, para expropiar y controlar empresas. Creó un emporio de 19 medios de comunicación, sin contar los que controla mediante la presión de la publicidad oficial, inspecciones impositivas y sanciones administrativas. Utiliza un ejército de periodistas militantes para defender su revolución, así sea con propaganda noticiosa o programas televisivos al estilo “6, 7 y 8” en Argentina o “La Hojilla” en Venezuela, desde donde se califica de gusano y vendepatria a quien piense diferente.
Su mayor anhelo es contar con una ley de comunicación que le permita “controlar los excesos de la prensa corrupta”. Introdujo su semilla en la Constitución del 2008, aunque no pudo cristalizarla tras varios empellones en el Congreso. Pero en una coartada perfecta, Correa retomó el tema en la consulta popular de mayo. Consiguió su sueño y de un solo zarpazo contra la libertad de empresa y de prensa logró que se prohibiera que los dueños de medios posean otro tipo de empresas y que se sancione la difusión de contenidos explícitos sobre violencia, sexo y discriminación.
El Gobierno Ecuatoriano busca vender gato por liebre para que pasen desapercibidas esas violaciones. Los ciudadanos creen que se trata de una ley de comunicación o de medios, no obstante que la censura recaerá sobre todas las expresiones: cartas al director, declaraciones de opositores, páginas de Internet o de redes sociales. Pero a Correa el tiro puede salirle por la culata. El costo político será caro: se confirma su autoritarismo, lo que trata afanosamente de simular tras una falsa estampa de líder apegado a la ley y la justicia.
Ojalá que los legisladores, antes de votar la “ley Correa”, miren el mural que pende en el Palacio Legislativo del extinto Oswaldo Guayasamín, quien al representar al populismo con rostro oscuro y adusto, explicó: “Cuando el pueblo escucha estos cantos de sirena, se engaña, y forma la chusma con la que los populistas llegan al poder, para luego cargarle el peso de sus ambiciones”.