jueves, 15 de marzo de 2012

Corresponsales de anteayer y de mañana


15 de marzo de 2012
Escribe Gustavo Gorriti

¿Eras periodista en los ochenta y te apasionaba aprender de aquellos corresponsales legendarios que habían cubierto Ke Sahn y la ofensiva del Tet; las historias breves de Biafra y de Katanga; el nacimiento de Bangla Desh? Llegabas pronto al libro inevitable: ‘Coups and Earthquakes’ (Golpes y terremotos), de Mort Rosenblum, y no parabas de leer.
Hace pocos meses, Mort llegó al Perú para realizar un reportaje sobre la depredación pesquera en el Pacífico Sur. Lo enviaba el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), en un ambicioso esfuerzo de investigación periodística trasnacional, en colaboración con otras dos publicaciones de periodismo investigativo: Ciper, de Chile; e IDL-Reporteros (reporteros.pe), de Perú.
Apenas pude, llevé a Mort a hablar con los periodistas dereporteros. pe y de las otras publicaciones de IDL. Fue muy interesante ver la conversación entre el veterano periodista que a lo largo de 50 años ha fechado despachos desde más de 200 países, y los jóvenes reporteros y editores al comienzo de sus carreras –y unos pocos en la complicada pista de despegue profesional, con la esperanza de tener suficiente motor para alzar vuelo – ….
Hace unos años, el escenario hubiera sido más previsible: un mariscal de campo del periodismo, activo aún y formidable, trasmitiendo su experiencia, manías, fatigas y energías a una generación joven que aspira a seguir un camino parecido.
Pero ahora, se preguntaron algunos, ¿qué les podía decir Mort sobre el Twitter y las redes sociales, la ‘agregación’ de noticias, la ‘viralidad’ en youtube, el crowd sourcing y las muchas formas en que la gente se conecta y moviliza.
Antes de irse, Mort me dejó uno de sus últimos libros: “Little Bunch of Madmen: Elements of Global Reporting” (‘Pequeña banda de orates: Elementos del reportaje global’), cuya dedicatoria dice todo: ‘Para la pequeña pandilla: la vieja banda, la nueva guardia y para los tantos que consiguieron entrar pero no salir’.
No sé si se traducirá el libro al español, pero quienes leen en inglés y les interesa el futuro del periodismo, deberían conseguirlo. Tuve el libro cerca por varias semanas, sin abrirlo, mientras terminaba otros. Luego lo abrí mientras trataba de decidirme entre él y una novela policial escandinava, y no lo dejé hasta terminar la última página.
EN general, prefiero no conocer personalmente a los autores que leo, para que no entrometan su presencia, sus tics, sus neurosis, en la obra. Me fascina conocer sobre los autores de los libros que te han dejado una huella profunda en el alma, pero leyendo sobre ellos. Sin embargo hay libros que se leen con tanta fluidez que deviene asunto secundario conocer o no al autor. El ‘Little Bunch…’ es uno de ellos.
El mensaje es claro y preciso: nunca como ahora ha sido necesario el periodismo para comprender un mundo cuya globalización no lo hace, en muchos aspectos, menos provincial, balcanizado y agorafóbico.
Pero el hecho es que, con unas pocas excepciones, la corresponsalía extranjera ha disminuido brutalmente en los medios tradicionales del periodismo en los países desarrollados, especialmente en Estados Unidos. Lo mismo ha sucedido, por ende, con las secciones mundiales dentro de los medios.
Una de las mejores secciones del libro de Rosenblum es sobre la terrible decadencia en la cobertura global de las mayores redes de televisión, especialmente de Estados Unidos. Una larga cita de una intervención realizada en 1961, por Newton Minow, entonces jefe de la Federal Communications Commission, suena hoy mucho más actual de lo que fue entonces:
"Nada informa mejor que la visión entrenada del verdadero periodista, que acepta riesgos para llegar al escenario mismo de los hechos y revelarlos con rigor y veracidad".
“Cuando la televisión es buena” dijo Minow en una charla en la National Association of Broadcasters“nada –ni el teatro, ni las revistas o los periódicos– nada es mejor. Pero cuando es mala, nada es peor. Los invito a sentarse frente a su aparato de televisión y permanecer ahí , por un día, sin un libro, sin un periódico… les puedo asegurar que lo que ustedes observarán es una vasta extensión baldía”.
Rosenblum recoge un debate, en 2009, en el Council on Foreign Relations, en el que fueron invitados los presidentes de ABC, CBS y NBC. El de CBS, Sean McManus intentó explicar porqué había sido, en su opinión, una idea exitosa la de cortar o eliminar corresponsalías para depender del trabajo de jóvenes (y muy baratos) periodistas independientes ofreelancers.
Cuando el moderador, Ken Auletta, le preguntó si no consideraba ello más bien un detrimento del reportaje internacional, McManus respondió que “nos guste o no, somos parte de corporaciones y nosotros tenemos una responsabilidad financiera con nuestras corporaciones”.
Lo revelador es cómo CBS pone en práctica esa ‘responsabilidad financiera’. Según revela el libro de Rosenblum, la oficina de París de la CBS pasó de tener 16 periodistas a solo un corresponsal de radio freelance.
IMPRESIONANTE ahorro, ¿verdad? Pero a la vez, el presidente de CBS, Les Moonves ganó 42.9 millones de dólares de sueldo el año 2009. Y, observa Rosenblum, el sueldo de la presentadora Karie Couric, de 5 millones de dólares era igual al presupuesto combinado de 17 corresponsalías extranjeras de National Public Radio, y el de Morning Edition.
En esas condiciones, no fue difícil para los manipuladores de información, marqueteros de ‘imagen’ y especialistas en relaciones públicas, llevar a cabo una masiva campaña de desinformación, con la necia anuencia de un gran porcentaje de los medios, para justificar, por ejemplo, la invasión de Irak, con las trágicas y terribles consecuencias que ello supuso.
Como lo dice bien, y repite, Rosenblum, nada informa mejor a la gente que la visión profunda y entrenada del verdadero periodista profesional que acepta riesgos a veces inmensos para llegar al escenario mismo de los hechos y revelarlos con rigor, veracidad y capacidad de diferenciar en muchas ocasiones lo aparente de lo verdadero. Ese corresponsal, complementado por editores eficientes, capaces de verificar y contextualizar los reportajes, mantiene un público bien informado y, en consecuencia, exigente con sus gobernantes y difícil de engañar.
Mort Rosenblum cita varias veces en su libro a Anthony Shadid, el corresponsal del Washington Post primero y del New York Timesdespués, en el Medio Oriente. El libro, sin embargo, no predijo el triste epílogo. Dos veces ganador del Pulitzer Prize, Shadid había pasado por buena parte de los peligros que supone la cobertura en el Medio Oriente: herido en Ramala, secuestrado en Libia. Finalmente, Shadid decidió entrar a Siria clandestinamente, para cubrir la feroz represión de Assad y la incipiente guerra civil en algunas ciudades.
Con el fotógrafo Tyler Hicks, del Times, Shadid entró por la frontera turca, en lo que iba a ser una dura marcha montañosa. Ahí volvió a constatar que era alérgico a los caballos. Pudo recuperarse del ataque de asma que le provocó la alergia y llegó a la zona entonces dominada por los rebeldes, para llevar a cabo el reportaje bajo condiciones de gran peligro. Luego de varios días, decidió regresar a Turquía, por una vía parecida a la de ingreso. Según el recuento de Hicks, Shadid se preparó lo mejor que pudo para la fatigosa jornada que le aguardaba: anti-histamínicos, inhalador, pañuelo sobre el rostro.
En el ascenso montañoso, la alergia siguió a la fatiga y, tras esta, un ataque de asma que mató al gran reportero a pocos kilómetros de la frontera.
Tomar todos los riesgos, incluso bajo severas limitaciones de salud, para llegar a la verdad de los hechos y poderlos contar para que el mundo sepa con certeza lo que de otra forma sería ignorado. Arriesgar intrépidamente la vida por lograr la verdad, no por efímera menos permanente: ¿Hay algo de obsoleto en ello?
Por eso, podrá cambiar la forma de los medios, pero la necesidad de periodistas, testigos, mensajeros, narradores de la verdad de los hechos, jamás decrecerá mientras haya libertad.

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