jueves, 14 de abril de 2011

Rumania, donde el periodismo de investigación es una forma de chantaje y la prensa es parte del crimen organizado, por Stefan Candea

Fuente El Puercoespin
March 16th, 2011 → 

Es difícil hacer periodismo de investigación honesto en Rumania. Para entenderlo, uno debe mirar al panorama de los medios en el país y saber cómo funcionan las instituciones sociales. Después del colapso del comunismo, en 1989, emergió una nueva élite del gran charco de ex agentes e informantes de la Securitate, el servicio secreto comunista. Miembros de esta élite altamente protegida se convirtieron en jueces y miembros del parlamento, fiscales y líderes de negocios, propietarios de medios y periodistas importantes.

El capital más importante de la élite es su control sobre la información. No es coincidencia que la mayoría del pública todavía no conozca los nombres de muchos de los 15.000 agentes y 400.000 informantes de la era en que el presidente Nicolae Ceausescu gobernaba el país con puño de hierro. Y a la élite –la mayoría de ellos viejos periodistas y políticos—le disgustan los periodistas independientes, especialmente los entrometidos.


Mientras escribía estas palabras, volvía a la noche de noviembre pasado en que asistí a la ceremonia de entrega de premios del Committe to Protect Journalists (CPJ – Comité para la Protección de Periodistas) en Nueva York. Esa noche, los periodistas se reunieron para celebrar el coraje, la persistencia y la determinación de quienes reportan las noticias pese a ser arrestados, secuestrados, tiroteados y, a veces, asesinados (En 2010, 44 periodistas fueron asesinados haciendo su trabajo, de acuerdo con CPJ). 
Repasé en mi mente cada uno de los videos que había visto esa noche sobre periodistas que tomaron grandes riesgos para exponer la corrupción y los abusos de poder o decir al mundo quiénes son víctimas de terrible opresión. Sus esfuerzos me recordaron por qué tales periodistas merecen nuestra confianza, nuestro respeto y nuestro reconocimiento.
Al mismo tiempo, pensé en Rumania. Ahora me preguntaba por qué cualquier persona en su sano juicio depositaría confianza o respeto algunos en la mayoría de los periodistas que trabajan allí. Su principal producto es la propaganda y su principal talento esconder la verdad.

He aquí la situación (una de muchas que conozco) que ejemplifica cómo luce el “periodismo de investigación” en Rumania hoy en día. Hace un año, dos bien conocidos periodistas “senior” fueron sorprendidos, en una filmación, intentando chantajear al director de la Agencia Nacional por la Integridad, organismo gubernamental encargado de investigar la riqueza de los funcionarios públicos. Uno de los periodistas no pedía dinero; se lo podía oír explicando que él estaba “en otro nivel”, así que 70.000 dólares no eran nada para él. Pero, durante la conversación  grabada, amenazaba con publicar información comprometedora acerca del funcionario y sugería que retendría la información si, a cambio, aquel le entregaba información comprometedora sobre el presidente y su entorno político. Después de que estas palabras se filtraran a los medios, el periodista dijo que lo suyo no era un chantaje, sino periodismo de investigación.

En verdad, el así llamado periodismo de investigación de Rumania fue, por años, una cobertura para el chantaje, la extracción forzada de publicidad y las campañas de desinformación. Algunos periodistas o medios todavía usan esta clase de aproximación a las “fuentes” como un  modo de hacer dinero. No debe sorprender, entonces, que los propietarios de algunos de estos medios son grupos del crimen organizado.
Durante los primeros años de la transición rumana del comunismo a la democracia, los propietarios de los medios eran o bien conectados entrepreneurs o ex periodistas que habían trabajado dentro de la maquinaria de propaganda comunista, y que transferían sus competencias y las reglas de sus profesiones anteriores a las nuevas. Por supuesto, esas habilidades nada tenían que ver con el periodismo de calidad o con sus fundamentos éticos. Pero cuando estos reporteros obtuvieron éxito financiero (aprovechándose de sus prácticas no éticas), se volvieron, desgraciadamente, modelos para las siguientes generaciones de jóvenes periodistas.

Cuando comencé a hacer investigaciones como periodista, me concentré en el crimen organizado. Esto me sometió a toda clase de situaciones peligrosas –y potencialmente comprometedoras–:  hubo intentos de soborno y vigilancia, y otros medios me atacaron, y a mis artículos. Usaron demandas y juicios para intentar debilitar mi determinación y recibí amenazas de muerte. Podía vivir con todo eso. Para mí, lo más perturbados era la corrupción y la censura que encontraba en mi propia redacción, donde los editores y la gerencia provenían de la ya mencionada generación de viejos periodistas. Encontraba colegas que robaban y vendían fotos que yo había obtenido durante una guardia; otros trataban de filtrar los artículos al objeto de mi investigación antes de que llegara a apretar el botón de imprimir.

Luego, estaban los jefes mismos –los dueños de los medios. Empecé a hacer periodismo de investigación hace doce años en la redacción del periódico nacional líder en Bucarest. El periódico era co-propiedad de un bien conocido holding de medios alemán. Este hecho no me ayudaba en mi trabajo cotidiano; lo que importaba era que el otro co-propietario era un periodista rumano de la vieja escuela. Estaba involucrado en la publicación del periódico, en escribir editoriales todos los días, en decidir el contenido y en firmar los contratos de publicidad. Y dado que estaba en el centro de todas estas posiciones en conflicto entre sí, los artículos de investigación que yo hacía no fueron, a menudo, publicados. O eran publicados censurando partes. O, en el peor de los casos, generaban beneficios bajo para mesa para este propietario.

Cuando estos episodios se volvieron demasiado frecuentes –y demasiado absurdos–, varios de mis colegas y yo dejamos el periódico. Ahora, nuestro dilema era dónde publicaríamos nuestras historias. Casi todos los propietarios de periódicos rumanos tienen el mismo pasado y la misma perspectiva. De hecho, estaban organizados en un cartel llamado, lindamente, Club de Prensa Rumano. Y en cada redacción la censura (y la autocensura de los periodistas) era ampliamente practicada –y dirigida claramente al trabajo de los periodistas de investigación.

Tan común era esperar esto que sabíamos de antemano cuál sería la primer pregunta que nos harían cuando habláramos de con aquellos a quienes investigábamos: “¿Quién te está pagando (o a tu jefe) para atacarme?”. Lo siguiente que dirían es que nuestros periódicos no publicarían la historia. En ese momento,  tocarían a sus contactos; los de más éxito en este juego eran los políticos y sus socios comerciales.

Mirando hacia atrás a esos primeros años, todo lo que aprendí trabajando en la redacción fue cómo no hacer periodismo. Algunas de las habilidades investigativas genuinas que adquirí las obtuve en seminarios internacionales, encuentros y conferencias a los que asistí. De gran valor fue el entrenamiento práctico que logré trabajando con colegas occidentales. Pero ninguna habilidad o enfoque podía ser importado directamente a mi trabajo en Rumania; tenía que ajustarlo a la realidad de mi región.

En una redacción de los Estados Unidos o de Europa occidental, los reporteros tienen acceso a un vasto rango de información, parte de ella en bases de datos, y también cuentan con la confianza de que aquellos que tienen funciones públicas están haciendo lo que se dicen que están haciendo. Los pedidos de Freedom of Information Act (FOIA-Acta de Libertad de Información, en los que se pide el acceso a documentos reservados del Estado) usualmente funcionan. Contrastemos esto con los reporteros rumanos que tienen que construir bases de datos de la nada extrayendo información de un montón de documentos, que puede resultar bastante difícil conseguir. Los supuestos que se pueden extraer de la información deben ser formulados y comprobada por los reporteros mismos, ya que es raro que alguien haya conducido una investigación similar sobre el asunto en cuestión. En el mejor caso, se comenzará una investigación oficial al respecto recién después de la publicación.

Tales circunstancias explican por qué, a veces, tenemos que empezar nuestras investigaciones usando técnicas de “agentes encubiertos” y continuarlas luego con técnicas periodísticas tradicionales. En un país subsumido por cinco décadas bajo el profundo secreto del comunismo, los intentos de usar nuestras leyes nacionales son una pesadilla. Los reporteros, usualmente, tienen que ir a la corte para asegurar un pedido de libertad de información –y el proceso legal pueden llevar hasta cinco años. Encontrar funcionarios públicos competentes que no sean corruptos es tan rara excepción que la investigación periodística no puede arrancar con ellos. Todo esto hace que nuestros esfuerzos sean relevantes sólo después de años de encontrar el software necesario, construir la base de datos específica y buscar recursos adicionales. Y no necesariamente estamos en condiciones de construir una red de fuentes mientras todo eso otro ocurre.

Mientras peleamos por obtener información y encontrar el modo de publicarla, la forma que adoptará el artículo es nuestra última preocupación. Pero cómo presentar los artículos de investigación es muy importante, así que mantenemos un ojo en los medios de noticias internacionales para ver cómo experimentan con la publicación multimedia.

Esa es, también, la razón por la que inmediatamente subimos a bordo a un grupo de fotoperiodistas independientes. Los invitamos a tomar parte en los principales proyectos, tales como investigación encubierta en la república separatista de Trans-Dniester y en una investigación de 2004 sobre la esclavitud y otros crímenes contra los niños.

Durante las últimas dos décadas, millones de dólares de asistencias extranjera a los medios han venido a Rumania sin ningún efecto positivo asequible en su periodismo. Uno debe concluir que tenemos una industria de medios quebrada, y que las presiones que soportan los medios se han vuelto aún más pesadas. Esto significa que el periodismo de investigación debe encontrar formas de desarrollarse fuera del sistema de medios establecido.

Durante los pasados cinco años, los propietarios como mi ex jefe, que había sido periodista, han vendido sus acciones. Oligarcas locales –ricos hombres de negocios que están involucrados en la politico y cuyo interés primario no son los medios—poseen y controlan ahora la prensa. Usualmente, sus intereses son objeto de investigaciones criminales. La razón por la que invierten en corporaciones de medios que pierden dinero es que pretenden ganar poder para negociar con los políticos y evitar la cárcel. Dirigen las compañías de medios como si se tratara de una operación militar y, al igual que a sus predecesores, les disgustan los periodistas independientes y entrometidos.

Aquí y allá es posible encontrar Buenos periodistas aislados en una redacción. Si se los reuniera, sumarían lo suficiente para montar una redacción competente, fuerte y honesta. Pero ¿quién la financiaría?

Estos oligarcas locales carecen de dimensión ética, desalientan la competencia y no adhieren a ninguna meritocracia. ¿Por qué deberían adherir a estándar alguno de periodismo? Después de todo, su única necesidad es contratar gente que produzca propaganda y mantenga la continua carnicería de info-entretenimiento, manipulación política y económica, usar conferencias de prensa como primicias, copiar y pegar noticias. Un montón de estos así llamados periodistas usan su empleo en los medios como un trampolín para obtener puestos gubernamentales, incluirse en la diplomacia o en partidos políticos o corporaciones. Su sueño es convertirse en parte del establishment.

En tiempos receinetes, la presión política directa sobre los medios disminuyó, en tanto Rumanai ascendía en su camino hacia la Unión Europa. Lo que preocupa ahora son los frecuentes intentos de miembros del parlamento de introducir ridículos proyectos de ley para amordazar a los periodistas. Entre los últimos borradores propuestos:
  • Forzar a las estaciones de TV a emitir el 50 por ciento de noticias positivas y el 50 por ciento negativas.
  • Poner a la prensa escrita bajo jurisdicción del Consejo Nacional Audiovisual.
  • Censurar los comentarios de todos los websites de noticias.
La única razón por la que tales leyes no fueron aprobadas es que tenemos organizaciones no gubernamentales fuertes que actúan como control legislativo. Sin embargo, la reciente estrategia nacional de defensa identifica a los medios como un punto “vulnerable” en la “seguridad nacional”. En estos días, en cuanto asumen el poder, también los políticos empiezan a sentirse disgustados con los periodistas independientes y entrometidos.

Pero los periodistas independientes y entrometidos no se van –y buscar apoyo para su trabajo investigativo en Rumania es la razón por la que hace una década co-fundé el Centro Rumano para el Periodismo Investigativo.  Es un testamento a la dedicación de unos pocos –y, ojalá, la inspiración para muchos—a no entregarse a las presiones que caen sobre los periodistas que se animan a contar las historias que un pueblo democrático merece oír.
(Aquí, versión original de este artículo, en inglés)

Stefan Candea, fellow 2011 de la Nieman Fellowship en Harvard, es periodista freelance y co-fundador del Centro Rumano para el Periodismo Invesitgativo en Bucarest. Enseña periodismo de investigación en la Universidad de Bucarest y es miembro del International Consortium of Investigative Journalists, y corresponsal de Reporteros Sin Fronteras en Rumania.

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