sábado, 13 de marzo de 2010

Pornografía informativa

Por Mario Campos
Extraído del blog Campos de Batalla de El Universal de México
05-marzo-2010

El término se lo escuché al Maestro en ética Javier Darío Restrepo, uno de los referentes obligados en estos temas, y lo empleó para referirse al exceso de detalles en la cobertura de los actos de violencia ligados al crimen organizado. La selección de palabras es tan buena que no requiere mucha explicación: en la pornografía informativa los detalles se magnifican, se destacan algunos aspectos en particular sobre el conjunto de la situación y se hace de la noticia una puesta en escena.

Los ejemplos los podríamos poner todos: fotografías a cuerpos mutilados en las primeras planas de diarios de interés general, crónicas detalladas de la forma en la que fueron torturadas personas secuestradas por los narcos.

Pero no son los únicos casos. Esta misma semana escuchamos los testimonios de los hijos de Marcial Maciel. La información termina por construir el retrato de un hombre poderoso que nunca fue castigado por el Estado. El tema, sin duda, tiene su dosis de importancia. Pero en verdad ¿era necesario saber qué tipo de abuso sexual cometía?, ¿a qué prácticas los forzaba? ¿No es esa otra variante de pornografía informativa?

Porque en este caso, como en otros, la pregunta que hay que hacerse es si ese nivel de detalles contribuye a una mejor comprensión del tema. O si por el contrario, como señala el propio Javier Darío Restrepo, alimenta el sensacionalismo entendido como aquella información que tiene como fin la estimulación de los sentidos -y de los sentimientos- y no de la razón.

Porque no hay duda que al escuchar cómo abusaban de un menor - y no sólo el hecho en sí- sentimos enojo, indignación y repudio por el implicado. Lo que no está claro es que esa narración explique ni el papel de las redes de poder ni la dimensión del fenómeno del abuso sexual infantil que tristemente tiene como campo central los hogares.

Son preguntas pertinentes que como audiencia debemos hacernos a la hora de encontrar contenidos de esta naturaleza. No se trata de censura sino de encontrar los límites para saber qué es necesario reportar y con qué detalle.

La pornografía informativa es claro que tiene un mercado. Los periódicos tabloides lo saben y lo han explotado durante años. No obstante si lo que queremos es alimentar la comprensión de los fenómenos y no el morbo estaría bien reflexionar sobre estos matices, que cuando se trata de la dignidad de las personas, protagonistas de las notas o público lector, televidente o radioescucha- no es cosa menor.

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