martes, 30 de marzo de 2010

Welcome to Tijuana

imagen: Andrés Edery

Peru21
28 Marzo de 2010

Por Marco Sifuentes

Apenas anochece, el bus se detiene en medio de un barrio residencial, la versión tijuanense de La Molina. El chofer apaga las luces sin aviso y todos los pasajeros, desconcertados, tienen que bajar. Se ha estacionado delante de la residencia más llamativa de la zona. No sólo porque es la más alta o porque es toda blanca o porque está deshabitada. Es la más llamativa porque está decorada con los hoyos de bala más grandes que hayamos visto jamás. Estamos frente a la casa de Eduardo Arellano Félix, alguna vez líder del Cartel de Tijuana.

El tour puede resultar algo sombrío, y lo es. Nuestro guía, Vicente Calderón de tijuanapress.com, narra cada detalle, cada dato y cada especulación acerca de la caida de Eduardo Arellano con una frialdad y naturalidad que resultarían asombrosas a menos que el visitante venga, por ejemplo, de un país en el que alguna vez las ejecuciones, los coches bomba y los apagones ya no soprendían a nadie.

Los visitantes somos parte de un grupo que discute en San Diego, California, el futuro del periodismo, algunos dicen que amenazado por Internet, ese huayco imparable de información gratis. San Diego queda a menos de una hora de Tijuana y el Instituto de las Américas, organizador del evento, decidió que los periodistas digitales tenían que conocer el otro lado de la frontera, la esquina más apartada de México que es, casi literalmente, el rincón donde muere Latinoamérica.

En Lima, el Cartel de Tijuana suena lejano pero no lo es. Es business partner de los narcos peruanos desde las épocas de uno de sus principales aliados según los mismos mexicanos: Vladimiro Montesinos. Y una década después, el último en ser vinculado a esta organización fue Max Caller, el ex asesor de la congresista Nancy Obregón que cayó con 140 kilos de cocaína el año pasado.

Aunque, por supuesto, la salida más sensata sería legalizar las drogas y así acabar con cárteles, asesinatos y narcopolíticos, lo cierto es que eso no va a ocurrir anytime soon, como dicen los gringos. Lo que queda, mientras tanto, es denunciar a las mafias. Y aquí es cuando volvemos a tijuanapress.com y al futuro del periodismo.

La gente de Tijuanapress no son mártires ni héroes. Son periodistas enfrentando un desafío doble: el narcotráfico y la rentabilidad. Su sistema de negocios es una variante de tantos otros portales independientes de la web: un equipo pequeño, un abanico reducido de temas y nada de cobrarle al lector. El dinero viene de la cobertura de sucesos para los medios de San Diego, que -para suerte de la agencia mexicana- no se arriesgan a enviar corresponsales al otro lado del Muro de Tijuana.

Como siempre ha sido, la mejor publicidad para un medio periodístico es su credibilidad. En Tijuanapress están preocupados por la cantidad de visitas, claro, pero también por ocuparse de casos que, aunque no resulten rentables desde un punto de vista de costo/beneficio (o esfuerzo/hits), toquen temas cruciales para su comunidad.

El caso emblemático es Border Battle (la Batalla de la Frontera http://ir.pe/tijuana), que realizaron en alianza con KPBS, la radio pública norteamericana que es, por cierto, el único medio gringo con una corresponsal asignada al Otro Lado, Amy Isaackson. La misión era ilustrar a la audiencia norteamericana, que ignora el grado de violencia a sólo una hora de su downtown, cómo en dos meses, más de 350 personas fueron asesinadas en Tijuana.

Utilizaron una herramienta gratis y libre de manipular: Google Maps. Uno entra y tiene la opción de ver encima de un mapa de Tijuana dónde, por ejemplo, fueron encontrados los cadáveres de menores de edad. O dónde ocurrieron decapitamientos. Cada lugar de asesinato viene con información y, de ser el caso, fotos o videos. Uno puede ir seleccionando y seleccionando cada opción macabra hasta que el mapa de toda la ciudad es una gran mancha roja.

Border Battle fue lanzado el año pasado y ha sido un éxito rotundo para Tijuanapress.com. Usando una tecnología sencilla, lograron lo que querían: retratar de una forma impactante la violencia de su ciudad para que la comprenda un público ajeno a ella. No les ha incrementado las visitas, directamente, pero sí les ganó el respeto de los medios de San Diego. El futuro del periodismo no está en el último celular ni en la red social de moda. Está donde siempre estuvo: en el ingenio de los periodistas.

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