lunes, 26 de abril de 2010

El caso Bavaria

Por Gustavo Gorriti
Peru21
Dom. 08 agosto de 2004

Jaime Carbajal (el lobista de Bavaria) y Alberto Farfán (el operador de Almeyda) han confesado prácticamente con los pies. Su huida es comprometedora.

Entre todas las investigaciones y denuncias sobre presuntos casos de corrupción durante este Gobierno, ninguna es más importante que la posible coima que la compañía Bavaria, del grupo Santo Domingo, habría entregado al hoy desgraciado y antes muy privilegiado César Almeyda. Sobre el motivo y el destino final de la coima hay varias versiones y suposiciones, algunas de las cuales involucran, como es sabido, al propio presidente de la República, Alejandro Toledo.

La investigación está por ahora en un punto muerto. Y amenaza con permanecer en él -en un equilibrio vicioso de versiones contrapuestas, campañas enfrentadas, abogados marrulleros y logos maltratados-, a menos que surja algún elemento nuevo que aclare las versiones y confunda las coartadas.

El caso comprende tres países (Panamá, Perú y, de soslayo, Ecuador); y sitúa a dos socios (Bavaria y El Comercio) en una barroca relación de cooperación y conflicto.

Conozco los dos principales escenarios del caso, Panamá y Perú, especialmente el jaez de sus autoridades políticas y funcionarios judiciales, y ello me hace ser en principio pesimista respecto a la posibilidad de éxito de la investigación. Hay demasiada gente corrupta, con poder efectivo, metida en este caso; y los periodistas que lo desarrollaron cometieron algunos pecados de apresuramiento e ingenuidad durante el desarrollo de su trabajo, al no entender que iban a enfrentar aquí instituciones estatales y privadas que funcionan como verdaderas maquinarias de encubrimiento.

Asumiendo que el lector conoce lo básico del caso, voy a ordenar alguno de los elementos que considero más importantes para entender su desarrollo y sus dificultades:

Las bases sobre las que se abre el caso Bavaria fueron más que suficientes como para iniciar una investigación con fuerte presunción de culpabilidad, sobre todo por: 1) El testimonio detallado y en buena medida corroborado de un chofer, Hugo Durán, que en los hechos era colaborador cercano de Alberto Farfán, el operador principal de César Almeyda; 2) la sincronización entre los hechos denunciados y medidas favorables a Bavaria, por parte del Estado, que tuvieron lugar poco después.

La parte en apariencia más comprobable de la denuncia fue la aseveración de que Jaime Carbajal (el personaje de sinuosa trayectoria que funcionaba entonces como cabildero [lobista] de Bavaria) había sido detenido brevemente en Panamá al descubrírsele los cerca de dos millones de dólares en efectivo que llevaba consigo. Durán afirmaba haber visto ese dinero luego de la llegada de Carbajal a Lima y haber escuchado una versión del incidente de labios de sus propios protagonistas. El paso siguiente era, obviamente, verificar ese evento en Panamá, pero tomando en cuenta que Bavaria ya había intervenido para procurar no sólo la liberación de Carbajal (en Panamá no es delito sacar dinero en efectivo del país) sino asegurar que el incidente no quedara registrado.

Al llevar a cabo la investigación, El Comercio enfrentó un potencial conflicto de interés: iba a investigar a quien a fin de cuentas es su socio en la televisión. La sospecha y las acusaciones sobre motivos extra-periodísticos en la investigación eran inevitables. Frente a eso, El Comercio tuvo dos posibilidades: 1) No realizar la investigación, o; 2) publicarla, haciendo primero lo que los gringos llaman full disclosure, una revelación clara y plena de a) la relación empresarial con el grupo Santo Domingo; b) los potenciales o actuales puntos de conflicto en dicha relación y el efecto que la investigación pudiera tener en ella. El diario escogió la segunda, aunque -y esto es una falla- sin el nivel de disclosure aconsejable. Pese a esa falta por demás subsanable, creo que El Comercio hizo bien en tomar la decisión que tomó y que lo mismo hubiera sido decidido por cualquier periódico serio y de renombre en situación similar.

El Comercio, sin embargo, tomó algunas determinaciones operativas que afectaron el curso de la investigación. Decidió judicializarla antes de publicar; y publicó antes de haber verificado lo de Panamá.

El resultado fue que el grupo Santo Domingo tuvo el tiempo, los medios y la latitud necesarias como para reaccionar. No se trata, hay que decirlo, de los Niños Cantores de Viena, sino de una empresa ducha en guerras comerciales en el medio latinoamericano. Bavaria tiene, desde hace poco tiempo, el control monopólico de la cerveza en Panamá, luego de adquirir las dos cervecerías principales. Tiene también hegemonía en Ecuador y dominio monopólico en el Perú (que ahora intenta mantener por todos los medios posibles frente al ingreso de la belga-brasileña Ambev). El grupo Santo Domingo ha tenido y tiene, además, fuerte presencia propietaria en medios periodísticos, sobre todo en Colombia. Su ingreso al periodismo, vinculado además con su potencia como anunciante, ha sido nefasto para la libertad de prensa.

Luego de haber cometido lo que a mi concepto fue el error de la judicialización previa y la publicación apresurada, El Comercio intentó verificar el entonces ya muy publicitado incidente en Panamá. Para hacerlo buscaron la cooperación del diario La Prensa de Panamá, (del que fui director asociado durante cinco años). Un directivo de El Comercio se comunicó con Juan Luis Correa, gerente general de La Prensa, pidiéndole colaboración; y poco después viajó el periodista Pablo OBrien a Panamá. Ahí, OBrien tuvo contacto con Rolando Rodríguez, el sobresaliente periodista de investigación de La Prensa.

Luego de varios días, OBrien obtuvo copia de la reseña del incidente de un libro de bitácora de la seguridad aeroportuaria del aeropuerto de Albrook. El facsímil fue publicado en Lima, y ello pareció adelantar significativamente la investigación.

Sin embargo, el reporte en el libro de bitácora tenía errores de hora, de fecha y también en el número de matrícula del avión que transportó a Carbajal y su maleta.

Eso fue aprovechado al máximo por Bavaria, que buscó descalificar toda la investigación a partir de esas inexactitudes y anunció una demanda penal contra El Comercio. La demanda no fue hecha ni en Perú ni en Nueva York, sino en Panamá, ante el fiscal César Augusto Herrera.

El avión que trajo a Carbajal resultó pertenecer a Rafael Bárcenas, dueño, entre otras cosas, de una de las principales agencias publicitarias de Panamá y empresario altamente dependiente de Bavaria. Bárcenas, a quien le dicen "Boli", es un nuevo rico que lucha contra los demonios de la inseguridad con las armas del ostento y el aspaviento.

Tiene además poder, porque maneja muchas cuentas publicitarias, entre las cuales, ya adivinan las de cuál cervecera. Es amigo de Juan Luis Correa, el gerente de La Prensa, quien era la persona menos indicada a la que solicitar colaboración en una investigación en la que "Boli" y sus cuentas iban a ser afectados.

La Prensa no es ya más el diario ilustre, de señera trayectoria, que presidieron Roberto Eisenman y Juan Arias Zubieta. Su presidente hasta hace pocos días, Federico Humbert Arias, ordenó -poco antes de dejar el cargo y viajar a Washington como embajador de Panamá del nuevo presidente Martín Torrijos- que La Prensa no se metiera en el caso Bavaria-El Comercio, que no investigara nada por su cuenta. Con ello maniató a Rolando Rodríguez, una de las pocas personas que hubiera tenido posibilidades de descubrir el entripado.

Luego, cuando las autoridades de Aeronáutica Civil maltrataron a Carlos Eduardo Huertas, un periodista de la revista Semana, de Bogotá, resultó evidente que los resortes del encubrimiento ya se movían sincronizadamente en Panamá. Según Rolando Rodríguez, una de las personas a quienes contacté en estos días sobre el tema, "hasta ahora ha sido imposible ver el libro de bitácora. Huertas hizo una solicitud formal ante funcionarios de la Autoridad de Aeronáutica Civil de Panamá y ni siquiera lo atendieron para decirle que no era posible verlo. De hecho, fue obligado a salir de las instalaciones de Aeronáutica y la cinta de su grabadora de audio fue destruida por un agente de esa dependencia estatal".

Sobre lo que pasó en Albrook, Rodríguez me escribió lo siguiente: "Lo que puedo decirte es que hay más de un informe sobre el incidente ocurrido en Albrook y el pasajero de Bavaria. Al menos uno de ellos, me fue descrito por un miembro de la comunidad de inteligencia como un documento manuscrito del cual se hizo después una copia mecanografiada, la cual no aparece ahora. Me dijo además, que cuando preguntaba por este documento, inmediatamente las fuentes solían callarse y no hablar más del tema". Inteligencia, o lo que pasa por tal, depende en Panamá directamente de la Presidencia de la República.

Un signo adicional en ese tema es que José Antonio Sossa, el procurador de la República, haya declarado que va a tomar cartas en el asunto. Sossa es uno de los funcionarios judiciales más corruptos del Hemisferio y un perseguidor pertinaz, aunque poco exitoso, de puro bruto, del periodismo, especialmente del de investigación. Lo digo yo y lo dicen las organizaciones dedicadas a la defensa del periodismo. A su lado, Blanca Nélida Colán y hasta Alejandro Rodríguez Medrano resultarían funcionarios probos. Que en ese contexto, Bavaria haya denunciado a El Comercio en Panamá ante César Augusto Herrera, un dócil subordinado de Sossa, indica que los bribones se han movilizado, decididos a que la búsqueda de la verdad no quede, bajo ningún concepto, impune.

Sin embargo, pese a que lo reseñado líneas arriba sugiere el pesimismo, hay otros factores que lo contrapesan. A saber: 1) La huida de Carbajal y la de Farfán. Ambos han confesado virtualmente con los pies. La fuga de Carbajal, cuya vinculación con Bavaria es insoslayable, resulta particularmente comprometedora; 2) La amenaza del Foreign Corrupt Practices Act para el grupo Santo Domingo. Al respecto, Carlos Andrés Ganoza publicó lo siguiente en Semana Económica, el 25 de julio:

" Si bien Bavaria ha colocado bonos en el mercado estadounidense, no los registró bajo la Ley de Valores de ese país, por lo que actualmente no estaría dentro de la jurisdicción de la SEC [Securities and Exchange Commission] ni del Departamento de Justicia de EE.UU. No obstante, es conocida la intención de la cervecera de listar sus acciones en la Bolsa de Nueva York como parte de su estrategia de financiamiento para expandirse regionalmente. En ese caso, una declaración judicial peruana que involucre a Bavaria directamente en actos de corrupción, podría costarle la inscripción ante la SEC, y la posibilidad de emitir valores en esa plaza".

Otro aspecto por investigar es si aquel viaje de Jaime Carbajal tuvo que ver o no con la enconada y nada limpia guerra comercial que libran hoy Bavaria y Ambev en el Perú. Pero ese es tema de otro artículo.

Finalmente, hay mucha gente que sabe lo que pasó, y que no ha hablado, entre ellos los fugados Farfán y Carbajal. En San Jorge, a su turno, Almeyda resiste hasta ahora los estímulos, las sugerencias y hasta las endechas para alimentar el género ilustre de las confesiones y el catártico de las penitencias. Y aunque no creo probable que ello se produzca, no hay que abandonar la esperanza ni renunciar a la sorpresa.

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