martes, 22 de septiembre de 2009

El Descabezamiento de Perú21

martes 18 de noviembre de 2008
“HEMOS VUELTO A LA NORMALIDAD”
Luis Pásara

Sesenta años después, la frase atribuida a Martín Adán, al enterarse del golpe de estado encabezado por el general Manuel Odría, vuelve a cobrar sentido. El descabezamiento de la experiencia de Perú. 21, liderada por Augusto Álvarez Rodrich, nos regresa a la normalidad del periodismo peruano.Perú.21 representaba en el país la avanzada de una definición moderna de la empresa periodística, bastante distinta a la tradicional.

El primer rasgo de esa definición consiste en concebir la empresa periodística como negocio autónomo; esto es, dejar de ser medio auxiliar o instrumento de apoyo de intereses políticos o económicos posicionados principalmente en otras esferas de actividades –agropecuarias, industriales, financieras o comerciales–, como es típico de la definición tradicional del negocio periodístico, que lo subordina a otros fines.

La razón de éxito de una empresa periodística como fue la conducida por Álvarez Rodrich está cifrada en su capacidad de competir eficientemente en la tarea de obtener, procesar y transmitir información objetiva y opinión plural, y no en la de respaldar eficazmente determinados intereses económicos o políticos.

Ese cometido requiere, conforme se ha probado en este caso, que la empresa periodística deje de ser una tarea familiar y, conforme exige la organización de una empresa moderna, a los efectos de reclutar personal y directivos se guíe por criterios basados en el mérito y las capacidades profesionales en periodismo.Esa opción de autonomía como negocio y de modernización como organización empresarial –que en varios países latinoamericanos ha ido produciendo el surgimiento de nuevos medios, la renovación completa de otros y el decaimiento o la desaparición de algunos tradicionales– no hubiera sido posible de no existir un contexto internacional que lo ha propiciado y, en ocasiones, forzado.

En todo el mundo, la comunicación se ha desarrollado de un modo espectacular en las últimas décadas y las empresas eficazmente dedicadas a este negocio han cobrado un peso que hace unas décadas hubiera sido inimaginable. La transformación tecnológica ha hecho posible la aparición, desde el mundo de la comunicación, de protagonistas de primera importancia: los medios de comunicación son parte de la noticia misma, en el sentido de que, en apreciable medida, los hechos sociales son tales o importan en la medida en que alcanzan lugar en los medios.

Esa evolución de la comunicación en el mundo ha inducido un proceso de cambio acelerado en los medios de comunicación latinoamericanos, que han debido transformarse para desarrollar el nuevo papel. En un contexto de crisis en otras instituciones, algunos de estos medios han asumido cierto protagonismo a través del desempeño de sus nuevas tareas y han logrado un respaldo ciudadano notablemente mayor al de otras actividades. Ése fue el caso de Perú.21.Y lo fue, pese a que la trayectoria del Perú, en las últimas décadas, ha conocido aires más bien malsanos.

El periodo de los medios de comunicación “parametrados”, en la década de los años setenta, y la siniestra innovación de la compra –o, más bien, el alquiler– de diarios, televisión y radio en los años noventa han dejado una huella profunda en la tradición de hacer periodismo. La corrupción periodística existió siempre, bajo forma de lunares y la denominación de “mermelada”, en la jerga del gremio.

Pero el sometimiento sistemático y permanente a los dictados del poder, mediante la publicidad, el chantaje o la coima directa, ha envilecido a los medios peruanos de una forma que carece de precedentes. Este encanallamiento no es sólo parte de nuestras vergüenzas históricas; dista de haber concluido. Lo demuestra tanto la línea editorial e informativa de algunos medios como lo recién ocurrido con Perú.21.Ciertamente, la decapitación de este diario no es el primer caso en el que una experiencia periodística resulta bruscamente interrumpida por decisión de quienes tienen el poder de hacerlo. Muchos hemos pasado por trances similares.

Lo distinto de Perú.21 con Augusto Álvarez Rodrich fue la solidez que alcanzó el producto, su afianzamiento en tiraje y publicidad, y el impacto que logró en términos de opinión pública. Para tales logros, en los cimientos del diario, prevaleció una notable pluralidad de opinión que, sin embargo, no fue contaminada por quienes defienden desfachatadamente la inmoralidad en los asuntos públicos. En eso, el director fue inflexible.La cancelación de la experiencia exitosa de Perú.21 corresponde a esa intolerancia de los que mandan, que se ha mostrado una y otra vez en la historia nacional para cercenar lo nuevo y lo distinto. Intolerancia con quien piensa de otra forma, con quien disiente de la verdad oficialmente proclamada, con aquél que se atreve a pensar que las cosas pueden ser encaminadas de una manera diferente a como son manejadas por los “de arriba”.

Es cínico decir, a falta de otra excusa, que la decapitación de Perú.21 se ha hecho en búsqueda de pluralidad. La verdad es exactamente la contraria.Precisamente, porque era exitoso, los que mandan decidieron que era hora de concluir con este esfuerzo. Si bien el final de esta experiencia es de lamentar, que un Perú.21, libre al informar y plural al opinar, haya subsistido algo más de seis años es de celebrar. Significa que, como empresa, en el Perú de hoy y pese a todo, un esfuerzo así es viable, sobre todo porque tiene audiencia. Y que sólo ha podido ser segado, como otros esfuerzos innovadores, por una decisión de los dueños, partícipes ahora de maniobras del poder que, por cierto, nada bueno traerán al país.
Publicado por Espacio Compartido

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