martes, 29 de diciembre de 2009

Escribir por lo que nos falta


La República

Dom, 27/12/2009
Por Jorge Bruce

Se cuenta que en una de esas polémicas que podría reseñar Juan Gargurevich, un señorón de la prensa peruana le espetó a Federico Elmore, periodista puneño: “La diferencia entre usted y yo es que mientras usted escribe por dinero, yo lo hago por honor”. Elmore habría respondido: “Tiene usted razón: cada uno escribe por lo que le falta”. Acaso sea apócrifa esta historia, pero retrata un estado de cosas que hoy ha desaparecido. En lo tocante al honor, demás está decirlo.

Al mismo tiempo constatamos que, tanto en la prensa como en la política, la agresión verbal, el insulto copioso, la descalificación mañosa, con frecuencia reemplazan a los argumentos. Alberto Manguel, en su reseña en el suplemento Babelia del diario El País de España, del libro Anatomía de un Instante, de Javier Cercas (sobre el fallido golpe de 1981), refiere una anécdota análoga a la arriba evocada, contada por De Quincey y citada por Borges: un doctor Henderson, a mediados del siglo dieciocho en Oxford, en una acalorada discusión, recibió un vaso de vino en la cara. Sin inmutarse, le replicó a su adversario: “Eso fue una digresión: ahora espero su argumento”.

Comenta Manguel: “Desde los principios del siglo veinte hasta ahora, en el campo político, eficacia y astucia han adquirido mucho mayor prestigio que la conducta ética y valerosa; es por eso que nuestros héroes estatales son, en su mayor parte, rufianes y estafadores”.

A esto se podría añadir que la prensa se ha poblado de matones a sueldo, sicarios de computadora, para quienes la ética o los escrúpulos hace tiempo dejaron de ser un estorbo.

Obviamente, como diría un ex ministro que quiso destacar demasiado pronto en ese entorno de mafiosos avezados y se quemó las alas (peruanas), ciertos rasgos de personalidad y mecanismos de defensa facilitan la adaptación. Psicopatía, en primer lugar. Es decir, poca o nula empatía con las necesidades y padecimientos de los más vulnerables: “Son pobres porque quieren”.

Negación o desmentida, luego. A saber, la capacidad selectiva de no ver sino lo que a uno le conviene: “Los que critican a la ministra Aráoz son machistas” (tras haber condenado a las mujeres pobres a los abortos clandestinos, proscribiendo la AOE). Soberbia e intolerancia: “A ese diario no le respondo”. Fobias, verborrea , pensamiento ideofugal (caricatura de Hitler, sin la gracia de Chaplin): “Rojos, caviares, perseguidores de uniformados, tontos útiles del terrorismo, jajajajaja”.

Este cuadro estaría incompleto sin los puntos ciegos y las flagrantes contradicciones de quienes, desde la otra orilla, reclaman más democracia y alaban a Castro o Chávez. Los mismos le dieron el beneficio de la duda a Humala en lo tocante a violaciones de DDHH, o en la improvisada y corrupta conformación de su bancada. Si bien la política es el arte de lo posible, como recordaba Martín Tanaka en este diario, eso no significa hacer la vista gorda ni ponerse pragmático. Con nadie. Sobre todo con uno mismo. A mi modo de ver, el reto de hoy sería pensar y escribir por lo que nos falta como individuos interactuando en una sociedad civilizada (es decir, democrática, no autoritaria ni militarizada).

No hay comentarios:

Publicar un comentario